Homilía del Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, Año A

Sumisión Total Y Conformidad A Cristo

Lecturas: 1ra: Je 20, 7-9; Sal: 63; 2da: Rom 12, 1-2; Ev: Mt 16, 21-27

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Era el Canciller de la Diócesis de Fajardo Humacao, Puerto Rico. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo all: 

canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)

Hoy, el vigésimo segundo domingo del tiempo ordinario, la iglesia, nos alienta a superar todas las reticencias y obstáculos para ofrecernos completamente a Cristo. Por lo tanto, todas las lecturas de este domingo se inclinan hacia la sumisión total y conformidad a Cristo.

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En la primera lectura, Jeremías se lamentó: “Señor, me has seducido;” fuiste más fuerte que yo y me venciste.” Simplemente se quejó de la dureza de su misión. “¡Señor no me dijiste que iba a ser tan difícil como esto!” Por supuesto, al principio de su llamado, él resistió a Dios, al hacer excusas: “Señor Dios, verdaderamente no sé cómo hablar. Yo sólo soy un niño.” Sin embargo, Dios insistió que él lo ha escogido desde el vientre de su madre. (Jer 1:4-10).

La resistencia, la sumisión y la prueba de Jeremías, nos dice que nada puede impedir la misión de Dios, ni siquiera nuestra resistencia. Esto es especialmente cuando sus manos están sobre uno. Aunque, Jeremías se resistía, eventualmente se sometió a Dios: “…y me he dejado seducir.” Se conformó con la voluntad de Dios, y ya no estaba a cargo de sí mismo. Más bien, la palabra de Dios ardía como fuego en él, que ya no podía resistir la predicación.

Después de someterse a Dios, eventualmente, el Jeremías que era muy tímido, y no sabía cómo hablar, se transformó. ¡Hay mucho misterio en Dios! Asumimos que nuestra misión debe ser fácil en todo momento. Por desgracia, no es siempre así. Fidelidad a Dios a veces, nos trae pruebas, decepciones e incluso sufrimientos. A veces, nos permite experimentar terribles dolores. Sin embargo, a pesar de todo esto, se nos protege y bendice.

En la segunda lectura, Pablo empleó el lenguaje de la gracia, más que de la ley para implorarnos: “Ofrezcan ustedes como un sacrificio vivo (u ofrenda viva), santo y agradable a Dios.” Aquí, Pablo nos llama a someternos completamente a Dios sin resistencia y reserva. Presentar nuestros cuerpos es someter nuestras facultades, y la totalidad de nuestro ser. Es la rendición total a Dios. Esta rendición total, es esencial para una vida de rectitud, gozo, paz y victoria en Cristo.

Por supuesto, ofrecerse completamente significa aceptar todo lo que viene con ello. En su segunda llamada hoy, Pablo insiste en que debemos ajustarnos a Cristo, más que a este mundo. Es sólo cuando nos hemos ofrecido completamente a Dios, para que podamos ajustarnos a Cristo. La conformidad con Cristo significa vivir como Cristo.

Significa, participar en su vida y muerte, con nuestros ojos fijos en su gloria. Significa que Cristo ahora vive y trabaja en nosotros a través del Espíritu Santo (Gal 2, 20). Esto fue lo que hicieron los santos gloriosos. Ellos sometieron, y se ajustaron a Cristo participando en su vida, muerte y resurrección. Ahora, se participan en su gloria.

En el Evangelio de hoy, vemos la ironía de la vida. El mismo Pedro que proclamaba que Cristo es el Mesías la semana pasada, hoy es reprendido como “Satanás”. Cristo simplemente lo reprendió por ser un obstáculo a su misión. Esto demuestra que, aunque, Pedro profesaba que Cristo es el Mesías (como Dios se lo reveló), sin embargo, él no ha comprendido plenamente la naturaleza de la misión de Cristo.

Todavía lo ve sólo desde la perspectiva de la realeza y la gloria. Por supuesto, estaba ansioso por participar en estos. Esto también nos enseña que, todos somos vulnerables a cometer errores y a caer, no importa cuán espirituales seamos. Por lo tanto, esto nos requiere tomar en serio, la amonestación de Pablo que: “Si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer” (1Co 10:12).

Pedro no podía entender por qué Cristo debería estar hablando de esta manera. Sin embargo, el llamado de Dios no sólo se trata, y participa en su gloria, sino que también participar primero en su sufrimiento. Esto es lo que Cristo hizo. Que él se ofreció como un sacrificio vivo, significa que él sometió todo sin reticencia para nuestra salvación. Sin embargo, Pedro no se ha dado cuenta de la necesidad de la muerte de Cristo, “que es más conveniente que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Jn 11:50).

¡La paz sea con ustedes!

¡Maranatha!

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