Homilía del Segundo Domingo de Adviento, Año B

¿Porque viene Jesús?

Lecturas: 1stIs 40:1-5.9-11: Ps: 84:9-14; 2nd2 Ped 3:8-14; Gos: Mc 1:1-8       

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Era el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com o canicechukwuemeka@gmail.com.

https://orcid.org/0000-0002-8452-8392

En esta segunda semana de Adviento, continuamos preparando para la venida del Señor. Hoy, la Iglesia nos llama a reflexionar sobre la buena nueva de este tiempo. Por lo tanto, debemos reflexionar sobre el propósito de la venida de Cristo, y acerca de lo que se espera que hagamos en esta temporada.

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Hoy, nuestras lecturas se centran en la cercanía de la venida del Señor, y en la necesidad de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Entonces, una pregunta muy importante hoy es, ¿por qué viene Cristo? Viene porque nos ama. Viene a salvarnos. Viene a hacer nuevas todas las cosas. Él tiene una misión, y esa misión es para nosotros, y para nuestra salvación.

En nuestra primera lectura, Isaías nos implora, “preparen un camino para el Señor. Aquí está el Señor, viniendo con poder.” Hoy suena muy optimista. La semana pasada, el profeta hizo una petición, pidiéndole a Dios que “rasga el cielo y bajar.” Su oración de esperanza ya está dando frutos pronto. Así que, Dios dice esta semana, “consuela mi gente, consolarla.”

Como Isaías, debemos progresar en nuestro camino este Adviento. La profecía de Isaías hoy es un gran refuerzo de esperanza. Es decir, que nuestra salvación está cerca. Por lo tanto, seguimos esperando la venida del Señor. Sin embargo, aún no ha terminado. El cumplimiento de esta esperanza aún está por venir. Por lo tanto, en lugar de relajarse, debemos prestar atención a su llamamiento a, “preparar un camino para el Señor.”

En la segunda lectura, Pedro nos asegura que Cristo vendrá ciertamente. Una vez más, como el profeta Isaías, se da un impulso a nuestra esperanza. Él nos alienta a no perder la esperanza en las promesas proféticas de la venida del Mesías. Hoy, Pedro hace los siguientes puntos muy importantes. El primer se trata del “día del Señor.” Nos recuerda que, vendrá como un ladrón. Por lo tanto, esta es una temporada para estar alerto y vigilante.

En segundo lugar, Pedro nos recuerda que nuestro “largo tiempo” es nada, comparado con el tiempo de Dios. Por lo tanto, hay una diferencia entre el tiempo de Dios y nuestro. Nuestro tiempo humano es “chronos.” Es decir, el tiempo secuencial. Mientras que, el tiempo de Dios es “kairós.” Es decir, un momento especial que parece casi atemporal o eterno. Por lo tanto, decimos que: “¡El tiempo de Dios es el mejor tiempo!”

En el Evangelio de hoy, como Isaías y Pedro, Juan el Bautista nos trae la buena nueva sobre la inminente venida del Señor. Nos hace dos llamadas explícitas. La primera es, una llamada a arrepentirse por el perdón de nuestros pecados. El Adviento es un tiempo para reconciliarse con Dios, a quien hemos ofendido mucho a través de nuestras palabras y acciones.

El arrepentimiento y la reconciliación son condiciones muy importantes para acoger dignamente a Cristo. Esto es lo que significan los profetas (Isaías y Juan el Bautista), y el apóstol Pedro, “preparen un camino para el Señor” y “viven una vida santa.” Si arrepentimos sinceramente esta temporada, entonces la salvación que Jesús trae será nuestra. Si limpiamos nuestro interior, no debemos temer a  “el día del Señor.”

Por último, la anticipación de la venida del Señor no debe limitar o determinar nuestra manera de vivir. Más bien, debe motivarnos al arrepentimiento, a la santidad de vida, a la piedad y, por supuesto, a la alegría. Por lo tanto, a medida que sigamos esperando y preparándonos, oremos humildemente con el salmista: “Oh Señor, déjanos ver tu misericordia, y concédanos tu ayuda salvadora.”

¡La paz sea con ustedes!

¡Maranatha!

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