Homilía para la Solemnidad de Los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles, Año C

Los Pilares y Príncipes de la Iglesia

Lecturas:1ra: Hechos 12:1-11; Sal: 33:2-9; 2da: 2Tim 4:6-8.17-18; Ev: Jn 16:13-19

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp., DMin., un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es director del Santuario del Espiritu Santo, Dorado y el Superior Mayor de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

Encuentra otros libros en: https://www.smashwords.com/profile/view/Fadacanice

(Donar @ATH Móvil: Canice Njoku – 7873146309)

(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392

Hoy, la una, santa, apostólica y católica iglesia celebra la fiesta de dos importantes íconos de la fe. Celebramos la fiesta de los príncipes del Apóstol y los pilares de la iglesia. Lo que celebramos hoy es la fidelidad, la valentía, la humildad y el celo misionero. Estas son las cualidades que caracterizaron a estas dos figuras icónicas.

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La primera lectura narra la historia de cómo Dios mismo salvo misteriosamente a Pedro de la cárcel. Esto es en consonancia con la promesa de Jesús a Pedro de que: “El Reino de los cielos no prevalecerá contra ti”. Habiendo elegido a Pedro como la piedra, Dios nunca lo abandonó. Una vez que Pedro hizo una confesión sincera, el Señor le ordenó el pastor principal de toda su iglesia. Cristo también le concedió de autoridad para gobernar su iglesia. Pedro permaneció fiel hasta su muerte.

En la segunda lectura, oímos el testimonio de Pablo: “He terminado la buena pelea de la fe hasta el final, he corrido la carrera hasta el final; He guardado la fe; todo lo que hay que venir ahora, es la corona de la justicia…. ” Por supuesto, recibió esa corona que el justamente mereció.

Pablo persiguió a la iglesia. Sin embargo, después de su encuentro con Cristo, se convirtió en un instrumento importante en la mano de Dios. Su mayor debilidad se convirtió automáticamente en su mayor fuerza. Aprendemos de Pablo que el arrepentimiento es precedido por la conciencia de nuestros pecados, lo cual es un fuerte incentivo para la misericordia. El verdadero arrepentimiento y conversión como del Pedro y Pablo, restablece la esperanza. Ayuda a uno a luchar contra las pasiones, y a crecer en virtudes.

En el Evangelio de hoy, después de profesar el señorío de Jesucristo, Cristo le ordenó a Pedro la cabeza de la iglesia. Fue a partir de este momento que Pedro se convirtió en el primer obispo de Roma y papa. Aunque Pedro fue el primero entre iguales, permaneció humilde, fiel y murió valerosamente como otros apóstoles.

Así que, como consideramos, y celebramos el resultado de las vidas de estos dos pilares de nuestra fe e iglesia, imitemos sus buenos ejemplos. A través de sus vidas ejemplares, nos enseñan que la conversión a través del arrepentimiento es un paso cristiano muy importante.

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Aunque, no es fácil lograr todo lo que lograron, pidamos a Dios la misma gracia que Pablo nos dice “es suficiente para nosotros” (1 Co 12, 9). Esto nos permitirá al menos, hacer lo mejor posible porque, “podemos hacer todas las cosas a través de Cristo que nos fortalece” (Flp 4, 13). Que todos logremos esto por la gracia del Hijo unigénito de Dios, a quien pertenece toda gloria y honor. Amen.

La paz sea con ustedes

Maranata

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