Toda Alabanza y Honor sea al Santísimo Sacramento
Lecturas: 1ra: Gen 14, 18-20; Sal: 109, 1-4; 2da: I Co 11, 23-26; Ev: Lc 9, 11-17
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Internacional Grupo Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_ njoku@yahoo.com o canicechukwuemeka@gmail.com
La solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo (Corpus Christi), que la Iglesia celebra hoy nos recuerda el maravilloso regalo de Dios a nosotros por Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Mientras que el foco principal de esta solemnidad es el alimento espiritual que Cristo nos da, su foco secundario está en el cuerpo de Cristo que es la iglesia.
La Eucaristía, es el más excelente regalo que Dios nos ha dado por Cristo. También, se muestra cuánto Dios ama y cuida nuestro bienestar corporal y espiritual. Por lo tanto, celebramos la presencia sacramental de Cristo en su iglesia.
Hoy, prácticamente todas las lecturas tocan un mismo tema – dar u ofrecer algo. La primera lectura nos dice que: “Abram ofreció a Melquisedec un diezmo de todo.” Él no lo dio con la intención de recibir algo en cambio, sino, por su libre y plena voluntad. Por eso, Melquisedec le bendijo, y con pan y vino le ofreció gracias a Dios a favor de Abram. Estas eran ofrendas de uno mismo en forma de objetos materiales. De hecho, Abram es un especialista en darse a los demás como lo vemos también en Gen 22: 1-18.
Hoy, como siempre, Cristo nos ofrece si mismo sacramentalmente de comer y beber como una manera de expresar su amor incondicional para nosotros. Él nos manda: “¡Hagan esto en conmemoración mía!” Por lo tanto, la Iglesia nos enseña: “El orden de Jesús de repetir sus acciones y palabras hasta que él venga, no sólo nos pide recordar a Jesús y lo que hizo. Está dirigida a la celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo” (CCC 1341).
Por lo tanto, en cada celebración, revivimos la misma experiencia. Realmente, comemos su cuerpo y bebemos su sangre. También, en otro nivel, “Hagan esto en conmemoración mía,” nos posiciona a estar listos a ofrecernos completamente por la salvación de los demás como Cristo lo hizo para nuestra propia salvación. Por lo tanto, cuando vivimos esta experiencia, estamos alimentados espiritualmente para que podemos ofrecernos también a los demás.
En el Evangelio de hoy, Jesús le dijo a Andrés y sus compañeros: “Denles ustedes de comer” Así mismo, Cristo nos pide ofrecer algo. Para nosotros, que hemos sido alimentados con el cuerpo y sangre de Cristo nos pide dar lo que tenemos. Aunque, vivimos en un mundo muy religioso, sin embargo, hay muchos que todavía no han sido alimentado por el cuerpo y la sangre de Cristo.
Si los ayudamos acercarse a Cristo, participaran en la mesa del banquete, donde Cristo los alimentará y nutrirá con su cuerpo y su sangre. Así que, no corresponde a ser lo suficientemente acogedores para ayudar a los débiles, los que están espiritualmente hambrientos y sedientos a poder participar en la gran fiesta del cuerpo y la sangre de Cristo.
Finalmente, hoy lo que Cristo nos ofrece es su verdadero cuerpo y sangre, verdadera comida y verdadera bebida. Esta es el misterio y núcleo de nuestra fe en Cristo. En la Santa Eucaristía, Cristo nos tarea a sí mismo. Cristo está presente con nosotros en la Sagrada Eucaristía como la cabeza de la iglesia. Así que, la celebración de hoy nos ofrece la oportunidad de agradecer y adorarle a Cristo presente en el Santísimo Sacramento. Por eso, adoremos a Cristo diciendo: “Oh santísimo sacramento, oh divino sacramento, a ti sea todo honor y alabanza. Amen.
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!