El Señor es Misericordioso y Compasivo
Lecturas: 1ra: Ex 32, 7-11.13-14; Sal: 50, 3-4. 13,17; 2da: I Tim 1, 12-17; Ev: Lc 15, 1-32
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano de Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
En este vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario, unido por nuestra fe en Cristo, hemos congregado en la presencia de nuestro Señor y Dios que es misericordioso y compasivo. El segundo prefacio común de la Misa del día de la semana dice: “…Dios todopoderoso y eterno, que por amor creaste al hombre, y, aunque condenado justamente, con tu misericordia lo redimiste…” Este es el resumen del mensaje de este domingo.
Hoy, la Iglesia nos ofrece otra oportunidad para reflexionar sobre la misericordia y compasión de Dios. Esto se revela plenamente en su hijo Jesucristo. Un hecho importante que corre a través de todas las lecturas de este domingo es la preparación de Dios para acoger y recibirnos, aunque hemos caído e ido lejos de Él.
En la primera lectura de hoy, descubrimos un Dios que es fiel a su palabra. Él también demostró que su amor y misericordia supera su ira y juicio. Como un padre misericordioso y compasivo, Dios escuchó las oraciones de Moisés en nombre de su pueblo. Por lo tanto, cumplió su promesa que dice: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra…” (2 Cro 7:14).
Una muy importante lección que hay que aprender de esta lectura es, el poder de la intercesión para tanto nosotros mismos y para los demás. Como Moisés, el Cristo que celebramos hoy, sigue intercediendo por nosotros cada día sin cesar. Esto es especialmente en el sacrificio de la Santa Misa. Por lo tanto, no debemos cansarnos de interceder por los demás y por nuestro mundo ante nuestro misericordioso y compasivo Señor. Por lo tanto, debemos enfrentarle en oraciones siempre, recordando sus promesas como lo hizo Moisés.
En la segunda lectura, Pablo nos recuerda que, como él, somos todos, productos de la misericordia de Dios. En esta lectura, Pablo relató cómo su salvación fue posible por la intercesión y la misericordia de Cristo. Por lo tanto, como Pablo, aprovechemos esta misma misericordia salvadora de Dios para nuestra propia salvación eterna. También, seamos agradecidos a Él, que nos muestra la misericordia por medio de Cristo.
En el Evangelio de hoy, Cristo fue acusado por acoger a los pecadores. A través de su acción y parábolas, se demostró cuán misericordioso y compasivo es hacia nosotros. A pesar de nuestros pecados y terquedad, Cristo está dispuesto a recibirnos a sí mismo. Cada día, Cristo nos invita: “Vengan para que arreglemos cuentas. Aunque sus pecados sean rojos, quedarán blancos como la nieve…” (Is 1:18). A través de su corazón misericordioso y compasivo, Cristo está dispuesto a hacer todas las cosas nuevas para nosotros otra vez. No importa lo que le costará.
Así que, como el hijo pródigo, es hora para aceptar esta invitación. Es hora de volver al Señor, el misericordioso y compasivo cuya misericordia supera su ira y juicio. Dios ha hecho nuestro regreso muy fácil por medio de Jesucristo. Así que, todo lo que necesitamos es realizarnos nosotros mismos.
Sinceramente y humildemente debemos tomar una decisión muy importante como el hijo pródigo: “Dejaré este lugar y volveré a mi padre.” No debemos estar avergonzados de volver a Dios nuestro padre, porque: “Su amor nunca cesa, y su misericordia nunca llega a su fin. Son nuevas cada mañana, y grande es su fidelidad”(Lam 3:22-23).
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!