Cristo El Misericordioso va Pasando Ya
Lecturas: 1ra: Sb 11, 22-12:2; Sal: 144:1-2. 11-14; 2da: 2 Tes 1:11-2:2; Ev: Lc 19:1-10)
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
En este trigésimo primer domingo del tiempo ordinario, la Iglesia nos recuerda que, aunque podemos parecer insignificantes, esto no disminuye el amor, la misericordia y la salvación de Dios para nosotros. Dios ama todo lo que existe. Así, en su misericordia, viene a morar con nosotros. Solo lo que necesitamos es un encuentro divino con Él para una transformación.
En la primera lectura, el libro de la sabiduría nos recuerda la misericordia de Dios que se extiende a todas sus criaturas independientemente de su estado. Por lo tanto, a pesar de la debilidad de la humanidad, Dios sigue siendo misericordioso: “…Sin embargo, Eres misericordioso para todos porque puedes hacer todas las cosas y no das cuenta de los pecados de los hombres para que ellos puedan arrepentirse.” En palabras de orden, nuestro Dios misericordioso nos da la oportunidad de cambiar nuestro camino.
¡Esta es la naturaleza de la misericordia de Dios! Como un padre que no desprecia a su propio hijo, así Dios no despreciará su pueblo porque valora cada uno de nosotros. Esto es incluso cuando le ofendemos. Sabiduría dice: “…Por eso, reprendes poco a poco, a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal…
En la segunda lectura, Pablo ora para que podamos perseverar en la fe en Cristo. Igualmente nos anima a continuar sin ser llevados por falsos rumores de la venida inminente del Señor. En palabras de orden, en cuanto el Señor vendrá en cumplimiento de su promesa para nosotros, debemos seguir viviendo nuestras vidas. Nosotros no debemos sólo sentarnos sin hacer nada. Por el contrario, tenemos que seguir ocupados con buenas obras.
El Evangelio de hoy me recordó el cantico que dice: “Jesús el galileo va pasando ya.” Cada día Jesús sigue pasando por nuestro camino lleno de misericordia y amor. Viene a nuestro camino a través de nuestros vecinos, a través de los sacramentos y toda la creación. ¿Lo ves o Lo reconoces? ¿Cuánto esfuerzo hacemos para ver y conocerlo más?
La historia de Zaqueo es una indicación verdadera que el misericordioso Cristo viene a buscar y salvarnos. Independientemente de todos los obstáculos humanos, la valentía y la humildad de Zaqueo trajo la atención y la misericordia de Cristo a él. Él rechazó ser limitado por la muchedumbre, no permitió que su debilidad fuera un obstáculo para su salvación. Zaqueo vio misericordia y salvación y los aprovechó.
En la vida, hay muchos obstáculos que nos impiden ver a Cristo. Si hacemos esfuerzos frenéticos como hizo Zaqueo, Cristo nos verá y nos mostrará su misericordia. Por lo tanto, debemos superar todos los obstáculos que nos impide ver a Cristo para recibir su misericordia. Pablo aconsejó a Timoteo: “No deje que nadie le desprecie porque eres joven” (I Tim 4:12). Asimismo, no debemos permitir que ningún obstáculo nos impida ver a Cristo y realizar nuestra meta en la vida.
Finalmente, la humildad nos ayuda a aceptar quiénes somos. Sin embargo, no nos impide tratar de superar nuestros defectos. En cambio, debe impulsarnos a buscar otras maneras para lograr éxito en la vida. La humildad y el esfuerzo de Zaqueo para ver y conocer a Cristo es digno de emular. Él reconoció el hecho de que era bajito y no podía luchar o pelear por el espacio con la multitud. No peleó con nadie. Por el contrario, exploró simplemente otra opción. Mis queridos hermanos, hay muchas otras buenas opciones en la vida, mejor que aquel que ha hecho su vida miserable.
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!