Homilía del Segundo Domingo del Tiempo de Cuaresma, Año A

Caminando hacia nuestra Gloria Futura

Lectura:1ra: Ge 12, 1-4; Sal: 32, 4-5. 18-22; 2da: 1Tim 1, 8-10; Ev: Mat 17, 1-9

Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo encanice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

Hoy es el segundo domingo de Cuaresma. A través su transfiguración, Cristo se nos da un vislumbre de la gloria que sería nuestra si nos permanecemos fieles y nos triunfamos. Por esto, se nos alienta a ser fuertes y valientes en nuestro viaje esta época de Cuaresma.

En la primera lectura, Dios hizo una promesa a Abrahán y le bendijo: “Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serán una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan.” ¿Qué es la condición para el cumplimiento de estas bendiciones? Abrahán tenía que responder efectivamente a esta llamada y mandamiento de Dios: “Deja, y sal de tu tierra, y de la casa de tu padre…” En palabras de orden, su parte de la alianza era obedecer el mandamiento de Dios por aceptar su misión difícil.

Muchas veces, tenemos prisa para reclamar las bendiciones y la gloria de Abrahán. Esto es bueno. Sin embargo, es importante notar que la condición necesaria para reclamar y recibir esta bendición incluye, obediencia a la voluntad y respuesta a la llamada de Dios.

Esto no es fácil. A veces, se exige que uno debe dejar algo bien importante. Se puede exigir que uno hacer algo extraordinario. En pocas palabras, respuesta a esta llamada te hará salir su zona de comodidad. Esta es la condición para recibir las bendiciones de Abrahán. Es para aquellos que permanecen fieles a la voluntad de Dios y obedecen su mandamiento.

En la segunda lectura, Pablo nos alienta: “Aguantan las dificultades por la causa del evangelio”. Es la gracia de Dios que nos sostiene para responder plenamente a nuestra llamada. Esta gracia que existió “antes al inicio del tiempo y de la creación,” fuera revelada por la apariencia de Jesucristo. Así que, debemos mirar hacia, y depender en esta gracia que es Cristo si mismo, que por su muerte y resurrección ha garantizado nuestra gloria futura.

Hoy el evangelio es sobre la transfiguración de Cristo. A través ella, Cristo revela si mismo, y su gloria futura a nosotros. Más importante, con la transfiguración, se nos quiere desvelar una de las constantes de la vida humana. No hay vida sin muerte, ni gozo sin dolor, ni regeneración sin destrucción. Todo ocurre a la vez.  Por tanto, su gloria futura es para aquellos que se han limpiados puros en la sangre del cordero. Es para aquellos que han sufridos por la causa del evangelio (Re 12: 11).

El asombro y la declaración de Pedro: ¡Señor, qué hermoso es estar aquí…!” es interesante. Sin embargo, se equivocó. Se estaba solamente siendo humano. No, todavía no es tiempo para descansar, o para entrar en la plenitud de esta gloria. “La lucha continua, y la victoria es cierta” por Cristo. La transfiguración nos recuerda que, si trabajamos duro y permanecemos fieles a la llamada y mandamiento de Dios, seríamos entre la iglesia triunfante. Esta gloria es solamente un vislumbre de la gloria futura de nuestro destino final.

Así que, para compartir en la gloria de Cristo, primero, debamos caminar con él a Calvario. También, si deseamos compartir en las bendiciones y la gloria de Abrahán, primero, debamos estar listos dejar algo importante (Ge 12). Si queremos una doble porción de la unción y el espíritu de Elías, primero, debamos contender con, y vencer la Jezabel y el Acab de nuestra época (I Re 19). Si queremos el poder profético, y la gloria de Moisés, primero, debamos luchas contra, y vencer el faraón de este reino terrenal (Ex 6: 13).

Finalmente, la gloria revelada hoy debería servir como una “energía de activación” que nos motiva a continuar hacia nuestro destino final. El viaje no ha terminado, y ciertamente no es uno fácil. Sin embargo, Cristo está con nosotros.  Así que, se nos alienta y dice: ¡No teman!”

¡La paz sea con ustedes!

¡Maranatha!

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