Dios permanece con Nosotros, en la Santa Eucaristía
Lecturas: 1ra: Deu 8: 2-3.14-16; Sal:147; 2da: 2 Co 20: 16-17; Ev: Jn 6: 51-58
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy celebramos la solemnidad del cuerpo y sangre de Cristo o “Corpus Christi.” Se comenzó en francia en la mitad del siglo dúo trece, y fue extendido a la iglesia entera por el Papa Urbano IV en 1264. Esta fiesta, se enfoca en dos manifestaciones. Primera, en la Santa Eucaristía como el cuerpo y la sangre de Cristo. Segunda, en la Iglesia como el cuerpo de Cristo.
En el estudio de la nutrición humana, los siguientes dichos son verdades: “eres lo que comes”, y una buena comida nutre el cuerpo. Mientras que la comida física que comemos nutre el cuerpo, la comida espiritual nutre nuestra alma, la prepara y preserva para la eternidad. La Santa Eucaristía, como el cuerpo y la sangre de Cristo no solo hace el alma cabe de morar en sano cuerpo, sino que también lo hace caber de aparecer en antes Dios.
En la primera lectura, Moisés recuerda sus hermanos de como Dios los cuidaba por nutrir y sostenerlos en el desierto: “les Humilló… les alimentó con el maná… No olviden al Señor su Dios, que en este lugar sin agua les trajo agua y les alimentó con maná…” Por esto, Dios demostró su amor y su capacidad a sostener su pueblo elegido físicamente y espiritualmente. En nuestro tiempo, Dios nos ha dado la Eucaristía para nuestro alimento espiritual. Por lo tanto, la Eucaristía es el “Sacramento de la salvación universal”.
En la segunda lectura, Pablo nos recuerda la unidad de la iglesia a través de compartir en un solo cuerpo y sangre de Cristo. Durante la celebración eucarística, personas, comunidades, razas y naciones están unidas ya que comparten en el cuerpo y sangre de Cristo. Por lo tanto, en cada Misa se llama nuestra atención a la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
En el Evangelio de hoy, Cristo sucintamente proclamó: “Yo soy el pan de vida. El pan que Yo les daré es mi carne… Si no comen la carne del hijo del hombre y beben su sangre; no tendrán vida en ustedes.” Fue a causa de esta verdad que algunos de sus discípulos le abandonada pensando: ¡este dicho es duro…! (Jn 6:61). Además, los romanos (ca. 64-313 D.C.) acusaron los cristianos de canibalismo. Como dijo Cristo, su cuerpo es verdadera comida, y su sangre verdadero vino. Aunque es una tipología del maná que los israelitas comieron en el desierto (y todavía murieron), es diferente porque como Cristo dice: “Quien come el cuerpo y bebe la sangre del hijo del hombre nunca morirá.”
Por lo tanto, la Eucaristía sostiene nuestra vida espiritual, mientras que la comida humana y el maná que los israelitas comieron, sostiene nuestra vida física y mortal. Nos da la gracia de sentirse perdonado y estar dispuesta a perdonar a los demás. Vamos a Misa, no porque seamos dignos. Más bien, porque siempre estamos en necesidad de la misericordia y amor de Dios. Éstos vienen a través de la Eucaristía.
La Eucaristía afecta la vida de nuestras comunidades cristianas. Es a través de la Eucaristía que recibimos nuestra identidad y misión como iglesia. Providencialmente, Dios la hizo disponible a nosotros para alimentarnos en nuestro viaje espiritual. Por lo tanto, cuando se administra a los enfermos, se llama “viáticos (comida para el viaje). A través de ella, Dios sigue a permanecer con nosotros.
Finalmente, el foco secundario de esta solemnidad está en el cuerpo de Cristo presente en la iglesia. La iglesia es llamada el cuerpo de Cristo debido a la íntima comunión que Jesús comparte con sus discípulos. Cristo expresó esta unidad mediante el uso de la metáfora del cuerpo, en la que él mismo es la cabeza. Esta imagen ayuda a mantener en foco a la unidad y la diversidad de la iglesia. Así que, durante cualquier celebración eucarística, Cristo se hace disponible a nosotros, nos atrae a sí mismo y nos une uno con el otro.
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!