Humillémonos ante Dios!
Lecturas: 1ra: Os 6:1-6; Sal:51; Ev: Lk 18:9-14
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano de Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Al llegar gradualmente al final de la tercera semana de Cuaresma, hoy, reflexionamos sobre la importancia de la humildad en nuestra vida y camino cristianos.
Hoy, Cristo nos recuerda que el juicio pertenece a Dios. Solo él conoce todas nuestras intenciones y acciones. Por lo tanto, debemos tener cuidado al juzgar a los demás. Esto se debe a que, a veces, el juicio humano puede ser sesgado. Lo que sucedió entre el fariseo y el publicano es típico de lo que vemos todos los días en nuestro mundo.
Las personas orgullosas y arrogantes a menudo juzgan erróneamente a los demás debido a la debilidad de su propia mente y su ignorancia de cómo dios opera. Esas personas se ven a sí mismas como el modelo a seguir o imitar, o los únicos santos. Por lo tanto, se apresuran a condenar a otros. Sin embargo, Dios juzga de manera diferente. Sin embargo, Dios juzga de manera diferente.
Por lo tanto, a la luz de la pandemia COVID – 19 que ha expuesto la vulnerabilidad de tanto los fuertes y los débiles, los ricos y los pobres, hay dos lecciones que debemos aprender del evangelio de hoy. La primera lección es de esta sencilla advertencia de Pablo: “Si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer.” (I Cor10:12). Por supuesto, los orgullosos y arrogantes caen fácilmente antes de que se den cuenta.
La segunda lección es que todos somos vulnerables a la infección del pecado y sus consecuencias. El pecado es contagioso, y cualquier persona puede ser infectada en cualquier momento, por omisión o comisión. Por lo tanto, nadie debe pensar que tiene, o sabe todo.
Todos somos vulnerables, y sólo Dios puede salvarnos y absolvernos de esta vulnerabilidad. Esto requiere una gran humildad. Por lo tanto, debemos reconocer humildemente nuestra vulnerabilidad y debilidad ante Dios, que solo, es el Juez Justo.
Por último, Cristo que absolvió al humilde recaudador de impuestos nos dice hoy: “Quien se exalte a sí mismo será humillado, y quien se humare será exaltado” (Mateo 23:12). Nos conoce, y nos perdonará y sanará, si nos humillamos ante él.
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranata!