Martes, IV Semana de Cuaresma, Año A

Vivir en solidaridad con los enfermos

Lecturas: 1ra: Ez 47:1-9. 12; Sal: 45; Ev: Jn 5:1-16

Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo encanice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

En el Evangelio de hoy, Jesús curó a un hombre paralítico que había esperado treinta y ocho años para que alguien le meterá en la piscina para sanarse. Ante esta ausencia total de solidaridad, ¿qué hizo Jesús?

Pasando por aquel lugar donde estaban los pobres y los enfermos, Jesús se dio cuenta de la dramática situación en la que el hombre se encontró, y lo curó. No lo curó para convertirlo. Lo curó porque quería ayudarlo. Quería que el hombre experimentar el amor y la solidaridad que le faltaban durante treinta y ocho años.

El Evangelio de hoy también presenta una nueva dimensión a la enfermedad. Hace unos días, que vimos los discípulos de Cristo asociando la enfermedad al pecado. Mientras que en ese caso, Cristo les dijo que la enfermedad del hombre no tenía nada que ver con el pecado, hoy, Cristo nos recuerda que, en algunos casos, el pecado puede causar enfermedad.

Entonces, cuando Jesús se encuentra con el mismo hombre de nuevo, le dice: “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor” Por lo tanto, una vez que el hombre está curado, tiene que evitar pecar de nuevo, para que nada peor le suceda.

Hay dos lecciones que podemos aprender del Evangelio de hoy. La primera es que, hoy en nuestro mundo, y a nuestro alrededor, hay muchos pobres y enfermos que están experimentando la misma falta de solidaridad que el hombre paralítico curado por Cristo.

Viven en un abandono total, sin ayuda ni solidaridad de nadie. Sin embargo, muchos de nosotros pasamos por ellos todos los días sin darse cuenta, o incluso tratar de darles una mano de ayuda. Si somos más caritativos con nuestro tiempo hacia ellos, entonces nuestro mundo sería un lugar mejor.

La segunda lección es que, a veces, nuestras malas acciones o pecados podrían atraer terribles consecuencias de dolor y soledad. A pesar de esto, Dios siempre está dispuesto a restaurarnos.

Sin embargo, al igual que el hombre paralítico en el Evangelio de hoy, Dios desea que evitamos nuestras viejas costumbres para que podamos experimentar paz y tranquilidad en nuestra vida.

La paz este con ustedes

¡Maranata!

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