El tiempo de Dios es el mejor
Lecturas: 1ra: Sab 2: 1ª.12-22; Sal:34; Ev: Jn 7:1-2.10.25-30
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
El Evangelio de hoy nos informa que Jesús visitó Jerusalén más de una vez, pero no públicamente, porque en Judea, los judíos querían matarlo. Sin embargo, aun cuando lo notaron en público, y quisieron arrestarlo, “nadie le puso una mano encima, porque Su hora aún no había llegado.”
Hay dos lecciones importantes que debemos aprender del evangelio de hoy. Esto es especialmente, a la luz de la situación actual que nos enfrenta en este momento. El primer punto es que, aunque Cristo es Dios, tomó precauciones y fue muy prudente y sabio.
Normalmente, uno esperaría que, siendo Dios, habría ido a Judea públicamente en este momento. Sin embargo, “no quería viajar a Judea, porque los judíos estaban tratando de matarlo.” Así que, siendo humano, vio los signos del tiempo, y lo siguió con prudencia.
Cristo, sabía que había un peligro inminente esperándolo allí, y tomó las precauciones necesarias para evitarlo. Por supuesto, sabía que iba a morir. Sin embargo, todavía no era su hora, porque no ha cumplido su misión.
Hoy nos enfrentamos igualmente a un peligro inminente de la pandemia de COVID 19. Como Cristo, debemos ser sabios y prudentes para derrotar a este enemigo inminente. Así que, en lugar de vivir con el miedo, vivamos sabiamente y prudentemente. Esto es lo que necesitamos ahora, no el miedo. No hará ningún sentido, si vivimos en el miedo, y aún, morimos de la imprudencia.
La segunda lección es que, cada cosa trabaja según el plan y tiempo de Dios, y no de los hombres. Por lo tanto, en el Evangelio de John, el que determina la hora y los acontecimientos que ocurrirán, no es aquello que tiene el poder, sino Dios.
Dios determinó incluso la hora de la muerte de su propio hijo. Escribió el plan. Por lo tanto, no dio a sus enemigos ninguna oportunidad de cambiar su plan para la salvación de la humanidad. Al igual que Cristo, todavía, tenemos una misión que cumplir aquí en la hora de Dios.
Por lo tanto, pidamos a Dios que nos haga sabios y prudentes, en este tiempo peligroso que estamos viviendo en este momento, para que podamos cumplir nuestra misión aquí en la tierra en el tiempo de Dios.“¡Porque, el tiempo de Dios es el mejor!”
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranata!