¡Qué gran lección sobre Amor y generosidad!
Lectura:1ra: Is 52:13-53:12; Sal 31; 2da: Heb 4:14-16; 5:7-9; Ev: Jn 18:1-19:42
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy, la celebración de la pasión de nuestro Señor Jesucristo nos lleva a un punto muy importante en el Viaje que comenzamos hace unas seis semanas. De de todos los viernes de todo el año, este es el único designado como “Viernes Santo.”
Debe haber algo intrigante y interesante acerca de esto. Esto es dado el hecho de que alguien tuvo que ser injustamente asesinado o ejecutado en un día como este. De acuerdo a todos los estándares, una pregunta válida es, ¿que hace que este viernes único, bueno o santo?
La plena respuesta a esta pregunta se manifestará el día de la Resurrección. Sin embargo, sin dejarnos completamente en la oscuridad o en suspenso, por ahora, una sencilla razón bastará. Hoy, Cristo pagó un precio costoso por nuestra salvación. Ofreció su propia vida como un sacrificio.
Llevaron a Cristo al Calvario y lo crucificaron allí. Parecía un acto brutal, pero el esplendor brillaba a través de ello. Hoy, la cruz se queda como un símbolo de poder en la debilidad, y un símbolo de salvación, en lugar de un símbolo de maldición.
El Viernes Santo pone la cruz delante de nosotros, y nos desafía a no mirar hacia otro lado dondequiera que haya sufrimiento. Si seguimos los pasos de Cristo hasta el Calvario, no tenemos que temer nada o a nadie porque, como él, confiamos en la divina presencia, y protección de Dios.
Así que, en su pasión, Cristo nos da una gran lección sobre el amor y la generosidad. Esto debe despertar en nosotros una respuesta de gratitud y compromiso serio tanto a Dios, como a los demás. El camino de la Cruz es el camino de nuestra vida, que debemos caminar apoyados por Jesús quien nos dará la victoria al final de nuestro viaje.
Finalmente, hoy pidamos a Dios, que nos fortalezca a través de la pasión de Cristo, para que, dondequiera que haya sufrimiento o dolor, podamos ver el rostro de Jesús. También, le pidamos la fuerza que necesitamos para ser un signo de esperanza dondequiera que haya desesperación, y un signo de amor, dondequiera que se necesite el amor.
¡La paz sea con ustedes ¡
¡Maranatha!