¡No teman, vayan a decir a mis hermanos, ha resucitado!
Lectura: 1ra: Ge 1:1-31. 2, 1-2; Sal: 115; 2da: Ro 6: 3-11; Ev: Mt 28: 1-10
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
A veces, asociamos la noche con el mal. Pero nuestra primera lectura hoy nos dice que Dios hizo todo bueno” (Ge 1:31). Esta noche es la más importante y jubilosa noche para todos nosotros.
Es única entre las otras noches, porque es una noche de victoria y liberación. La forma más sencilla de resumir el evento de esta noche es, reflexionar profundamente sobre estas palabras del Pregón que oímos hoy.
Esta es la noche cuando la columna de fuego destruyó la oscuridad del pecado. Esta es la noche cuando los cristianos en todas partes se limpian de sus pecados, libres de toda impureza, son restaurados a la gracia y, crecen en santidad.
La primera lección para nosotros hoy es que, la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Sin ella, la muerte de Cristo habría sido en vano. y de ninguna importancia para nosotros. Así que, esta es la causa de nuestra alegría hoy.
La segunda es que, la resurrección demuestra la vindicación de Cristo. Dios lo restableció en el cielo como el Señor del universo. La resurrección valida la enseñanza, y el ministerio de Jesús, así como, nuestra fe en Cristo.
Hay otra lección importante para nosotros del evangelio de hoy. Las mujeres dejaron la tumba con alegría. Fueron a cuidar de los muertos. En cambio, recibieron una nueva misión para anunciar la buena nueva a los vivos. Cristo les dijo: “vayan y digan a mis hermanos que vayan a Galilea. Allí, me verán.
Este encuentro con Cristo resucitado cambió sus vidas. Además, les dio una nueva misión, e igualmente, los preparó para la misión: “¡No teman!”.
Esta es la misma misión que Cristo nos da hoy. Galilea podría estar en mi familia, en mi comunidad, en los pobres, en los enfermos. Puede ser donde alguien necesite ser animado, con una nueva esperanza.
Hoy, el mismo Cristo resucitado está renovando todas las cosas. Esto incluye nuestras vidas y nuestra misión. Así que vamos a contarle a los demás sobre él y lo que Dios ha hecho a través de él.
¡La paz sea con ustedes ¡
¡Maranatha!