¡He visto al Señor, Alleluia!
Lectura: 1ra: Hechos 2:36-41; Sal: 33; Jn 20:11-18
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy es la segunda octava de Pascua. Los evangelios siguen presentando los encuentros de Cristo con algunos de sus discípulos. El Evangelio de hoy describe específicamente la aparición de Jesús a María Magdalena.
Esta aparición y encuentro tienen una lección muy importante para nosotros hoy. La muerte de su gran amiga casi lleva a Mary Magdalena a perder su sentido de la vida. Sin embargo, ella no dejo su búsqueda.
En cambio, fue a la tumba para ver a quien la muerte le ha quitado. Por supuesto, su visita no fue en vano. En cambio, ella fue consolada, y tuvo un encuentro divino que transformó su vida.
Aquí, hubo un viaje de la desesperación y la desilusión, a la esperanza y a la fe perfecta. La vida de María Magdalena se vio nublada por la decepción, dolor y una pérdida indescriptible. Pero, el sonido de la voz de Jesús le dio una nueva visión. Ella reconoció a Cristo, y se llenó de esperanza y alegría.
Hay momentos en nuestra vida en que parece que no hay más esperanza, y que todo se acabó. La enfermedad, la muerte, los desastres, el sufrimiento, la desesperación, las traiciones y muchos más de estos podrían hacer la vida muy miserable y desesperanzada. Sin embargo, la verdad es que a veces, el Señor permite la desolación, pero también proporciona consuelo a medida que la necesitamos.
Esto es exactamente lo que sucedió en el encuentro de Cristo con María Magdalena. Ella hizo su parte. Aunque estaba desconsolada, pero debido a la magnitud del amor que tenía por el Señor, encontró el ánimo para macharse en busca de Cristo.
Esta Pascua, oremos para que el Señor aumente nuestro amor por él, y para que, siempre lo busquemos. También, oremos para que nuestro encuentro con Cristo resucitado, transforme nuestra vida y situación, especialmente, la situación de nuestro mundo en este momento.
Alleluia, Alleluia!
La paz sea con ustedes ¡Maranatha!