¡Cristo resucitado está plenamente con Nosotros!
Lectura: 1ra: Hechos 2: 14.22-33; Sal 15; Ev Jn 24: 13-35
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
El Evangelio de hoy llama nuestra atención sobre dos aspectos muy importantes en nuestra vida cristiana. Es decir, la liturgia de la Palabra y la liturgia de la Santa Eucaristía.
Es importante observar la secuencia de actividades en el viaje a Emaús. Primero, Cristo iluminó las mentes de sus discípulos con la sagrada escritura (liturgia de la Palabra): “Entonces, comenzando con Moisés, les explicó los pasajes de las Escrituras que hablan de sí mismo”.
Segundo, Cristo celebró la Eucaristía con ellos: “Mientras estaba todavía con ellos en la mesa, tomó el pan, y dijo la bendición; entonces lo rompió, y se lo dio a ellos”.
Después de esto, algo muy importante sucedió: “Sus ojos se abrieron, y lo reconocieron.” Es importante notar que, fue sólo después de estas dos celebraciones importantes, que estos discípulos reconocieron a Cristo.
La celebración de la Eucaristía con sus discípulos destaca la importancia de la instrucción de Cristo: “Hagan esto en memoria mía.” En efecto, Cristo nos ha rescatado y nos ha dado nueva vida a través de su misterio pascual.
Aun, él continúa sosteniendo y alimentando esta nueva vida. Él continúa dándonos a sí mismo tanto en la liturgia de la palabra, como en la Eucaristía. Por lo tanto, un refrían dice: “¡La liturgia es vida!” Esto significa que, descuidar estas dos liturgias, es descuidar la vida.
Cristo hizo esto hoy para recordarnos que, cada vez que celebramos dignamente estas liturgias, nos abre los ojos, para reconocer su presencia divina con nosotros. A través de la fracción del pan, se nutre nuestra vida.
Por lo tanto, en la Misa, Cristo está presente para renovar nuestra vida. En cada Misa, se ofrece de nuevo, como rescate por nosotros. Así pues, pidamos al Cristo que abra siempre los ojos de nuestras mentes, para reconocerlo en cada celebración eucarística. Alleluia, Alleluia!
La paz sea con ustedes
¡Maranatha!