Lunes, III Semana de Pascua, Año A

Jesús, el pan de vida

Lectura: 1ra: Hechos 6:8-15; Sal: 119; Ev John 6:22-29

Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo encanice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com. 

Hoy es lunes in la tercera semana de Pascua. En el Evangelio de hoy, comenzamos el discurso sobre el Pan de Vida. Continuará durante los próximos seis días. Es decir, hasta al final de esta semana.

Después de la multiplicación de los panes, la gente vio el milagro. Habían comido, estaban saciados y querían más. Así que, siguieron a Cristo, no porque estaban interesados en la buena nueve que predicó, sino en más alimentos para satisfacer su hambre física.

Sin embargo, no lo entendían como un signo de algo más profundo. No podían ver más allá de la comida física, porque, eso era lo que ocupaba sus mentes. Por supuesto, tenían hambre física, y esto impedía su visión del futuro.

Para ellos, todo lo que importaba era que, Cristo hizo lo que Moisés había hecho en el pasado, alimentando a toda la gente en el desierto. Así que, querían que se repitiera el pasado. Querían volver a vivir al pasado sin ver, o avanzar hacia el futuro.

Así que, Cristo les amonestó que, en vez de buscar el pan que perece, deberían buscar el alimento que nunca perecerá. Este pan que nunca perecerá es, Cristo mismo, el Hijo del Hombre, enviado a nosotros por el Padre desde el cielo.

Cristo, el pan de vida, satisface nuestra hambre espiritual con su palabra y cuerpo. También, él satisface nuestra sed espiritual con su propia sangre. A través de estos, él nos da vida que dura para siempre. Él abre un nuevo horizonte para nosotros y nos da un nuevo sentido de vida.

Alleluia, Alleluia! 

La paz sea con ustedes

 ¡Maranatha!

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