¡Señor, danos siempre de ese pan!
Lectura: 1ra: Hechos 7:51–8:1; Sal: 30; Ev John 6:30-35
Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Él es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Él está trabajando con el Grupo Internacional Espirítano De Puerto Rico y República Dominicana. Él es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy, martes de la tercera semana de Pascua, continuamos con el discurso del pan de vida.
Si uno lee el evangelio según John superficialmente, uno puede tener la impresión que John siempre repite la misma cosa. Sin embargo, leyéndolo más atentamente, uno descubrirá que no es una cuestión de repetición.
Por lo tanto, es importante notar que, el Pan de vida no es sólo un texto para ser discutido. Más bien, es un discurso que debe ser cuidadosamente reflejado y meditado.
El texto sobre el Pan de Vida exige mucha atención para profundizar su comprensión. Juan tiene su propia manera de repetir el mismo tema, pero siempre a un nivel más alto y profundo.
Incluso, después de ver el milagro de la multiplicación del pan, la gente continúa argumentando con Cristo: “¿Qué signo hará usted, para que podamos ver y creer? ¿Qué trabajo haces?” Recordaron a Cristo la obra de Moisés en el desierto.
Sin embargo, Jesús les recordó algo muy importante. Esto es lo que lo diferencia de Moisés. Es también lo que diferencia la obra de Cristo de la obra de Moisés.
El verdadero pan de vida es Cristo. Él es el, que conquistó la muerte y da vida. El verdadero pan de vida es el que descendió del cielo y da vida. Es Jesús sí mismo. Así que Jesús nos dice: “¡Yo soy el pan de vida!”
¿Qué significa todo esto para nosotros? ¡Mucho! Comer el pan del cielo es creer en Jesús, y aceptar todo lo que nos enseña. Así que, en cada Eucaristía, Cristo nos trae vida, aunque a veces, no la comprendamos.
Alleluia, Alleluia!
La paz sea con ustedes
¡Maranatha!