“Señor mío y Dios mío”: ¡Santo Tomás, ruega por nosotros!
Lecturas: 1ra: Ef 2:19-22; Sal: 117; Ev: Jn 20:24-29
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico; Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy, viernes de la decimotercera semana de tiempo ordinario, la Iglesia honra uno de los pilares de nuestra fe cristiana, santo Tomás, Apóstol.
Fue uno de los primeros discípulos que siguió y trabajó con Cristo en la esperanza de la venida inmediata del reino de Dios.
Si iban a nominar a Tomas para premios, probablemente sería nominado para dos. Primero, por ser el santo patrón de los que dudan o escépticos.
Hizo un solo comentario: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos…no creeré”. Esto le ganó el título famoso de: “Thomas, el que duda.”
Segundo, también sería nominado como uno de los campeones de nuestra fe cristiana. Hizo una de las declaraciones de fe más explícitas: “¡Señor mío y Dios mío!” Así que, a través de esta, nos dio una oración para todas las edades.
Sí, Tomás dudaba, pero, también creyó. Por su curiosidad, duda y fe, ganó para todos nosotros esta bendición muy importante de Cristo: “Dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20:29).
Después de su resurrección, en la tumba, Cristo le había dicho a María: “No me aferres a mí, porque todavía no he ascendido al Padre” (Jn 20:17) por su curiosidad, Tomás se convirtió en uno de los privilegiados de tocar el cuerpo físico del Cristo glorificado antes de su Ascensión.
La curiosidad”, decimos, “mató al gato”. Sin embargo, la curiosidad salvó la fe y la vocación de Tomás. Su nuevo encuentro con Cristo, restauró su fe que estaba fallando en el Mesías y el Hijo de Dios, que no pudo salvarse de las manos de los romanos.
La buena noticia es que, una vez convencido, su fe fue restaurada. Entonces, estaba listo, y murió por lo que creía. Trabajó mucho por Cristo, y murió la muerte de un mártir en India.¿Qué podría ser más importante que esto? ¡Nada en absoluto, mis queridos amigo!
Hoy, no hay duda de que algunos de nosotros estamos en la misma situación que Tomás estaba antes de la segunda visita de Cristo. ¿Estás al punto de perder tu fe debido a una cierta “decepción” de Dios?
¿Estás, dudando de casi todo ahora, aunque, todavía asistes la iglesia todos los días? Necesitas una segunda visita de Cristo. Necesitas un encuentro urgente, convincente y transformador de vida con Cristo.
Así que, sinceramente invitemos a Cristo para una segunda visita y encuentro. Si lo hacemos, él nos visitará. El restaurará nuestra fe, y la alegría de nuestra salvación (Sal 51:12). Entonces, aclaremos con asombro: “¡Señor mío y Dios mío!”
¡Santo Tomás, ruega por nosotros!
La paz sea con ustedes
¡Maranatha!