Martes, XIV Semana de Tiempo Ordinario, Año A

El bien siempre superará el mal

Lecturas: 1ra: Os 8:4-7. 11-13; Sal: 113; Ev: Mt 9:32-38

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico; Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

En este martes de la decimocuarta semana de tiempo ordinario, Mateo nos presenta el último milagro de Cristo después de su sermón en el monte.

A través de estos episodios milagrosos, Mateo indica cómo Jesús puso en práctica las enseñanzas que dio en su Sermón del Monte.

El Evangelio de hoy presenta dos hechos. Primero, la sanación de un hombre mudo poseído. Segundo, el resumen de las actividades de Jesús. Esto nos lleva al final de la parte narrativa de los capítulos ocho y nueve del Evangelio según Mateo.

En este último milagro, Cristo sanó el hombre mudo por echar fuera al demonio de mudez en él. De hecho, esta enfermedad era una manifestación de un mal mucho más profundo, que disminuyó la salud del hombre.

Era una expresión del abandono total, y su estado inhumano. Así que, su sanación no fue solamente dirigida contra su enfermedad física. También, fue dirigida contra el mayor mal de su abandono material y espiritual, en el que estaba obligado a vivir.

La sanación y liberación de este hombre de esta esclavitud material y espiritual fue una fuente de gran alegría para el pueblo. Por eso, alabaron y agradecieron a Dios por las maravillas que había hecho.

El milagro de hoy también atrajo la atención de algunos detractores y críticos de Cristo. Como de costumbre, los fariseos estaban allí para desempeñar su papel normal.

No vinieron para aplaudir los esfuerzos de Cristo. Más bien, vinieron para desacreditar sus buenas obras. Así que, en lugar de agradecer a Cristo por salvar la vida de este hijo de Abraham, lo acusaron de ser poseído por el príncipe de los demonios.

El evangelio de hoy, y este episodio particular de la sanidad del hombre mudo por Cristo, tiene mucho que enseñarnos. En la vida siempre habrá críticos y detractores.

A pesar de todas las acusaciones contra Cristo, continuó su misión. Nunca dejó de hacer el bien, ni predicar el evangelio.

Por lo tanto, siempre debemos permanecer enfocados en nuestras misiones. Nunca debemos permitir que nada nos desmoralice, o hacer que dejemos de hacer el bien. No importa qué cara se lleve el mal; espiritual, físico, estructural o incluso una cara humana, el bien siempre lo superará.

La paz sea con ustedes

¡Maranatha!

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