Santa Marta, ruega por nosotros
Lecturas: 1ra: Jer 15:10.16-21; Sal: 58; Ev: Lc 10:38-42; Jn 11:19-27
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico; Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy, el miércoles de la decimoséptima semana del tiempo ordinario, la iglesia honra a una de sus grandes figuras, Santa Marta, Virgen.
Al mencionar el nombre de Marta, lo primero que viene a la mente son, dos otros nombres María y Lázaro, su hermana y hermano. Eran discípulos, así como muy buenos amigos de Cristo.
Esto nos recuerda cómo la intimidad con Cristo podría conducir a una relación muy profunda, personal y práctica con él. Es decir, una relación amorosa que nos califica para un encuentro y visita divina diaria de Cristo.
La próxima cosa que viene a la mente son los dos encuentros y diálogos muy importantes entre Cristo y Marta durante su visita a la familia de Marta.
Cada uno de este encuentro y diálogo de Marta con Cristo nos habla mucho de su vida. El primer encuentro nos presenta a Martha como un verdadero modelo de hospitalidad y trabajo duro (Lc 10:38-42).
De hecho, a Martha se le pueden criticar por prestar más atención al trabajo doméstico, que por escuchar a Cristo. Sin embargo, era una mujer de una profunda fe y excelente espiritualidad.
Su profesión de fe en Cristo como la “resurrección y la vida”, da un fuerte testimonio de su hermosa espiritualidad y comprensión de la misión de Cristo.
Por lo tanto, su respuesta a Cristo es una de las mejores profesiones de fe en los evangelios: “Sí Señor, creo que eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene al mundo” (Jn 11:19-27).
Por lo tanto, desde estas dos perspectivas de la vida y los encuentros de Marta con Cristo, aprendemos hoy, que el trabajo duro y la fe ayudan a mejorar nuestra espiritualidad.
La historia y la vida de Marta nos enseña igualmente que podemos expresar nuestra fe a través del buen trabajo que hacemos. Es decir, a través de nuestros sinceros esfuerzos para que los demás se sientan cómodos.
Finalmente, también nos enseña que al hacer esto, no debemos descuidar nuestro bienestar espiritual.
¡Santa Marta, ruega por nosotros!
La paz sea con ustedes
¡Maranatha!