¡Tome su Cruz, y me siga!
Lecturas: 1ra: Nah 2:1. 3; 3, 1-3. 6-7; Sal: Deu 32:35-36.39. 41; Ev: Mt 16:24-28
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico; Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com
Hoy, el viernes de la decimoctava semana del tiempo ordinario, Cristo nos da una lección muy importante sobre el costo del discipulado.
Así que el Evangelio de hoy es una continuación de las palabras de Jesús a Pedro que finalmente se generalizó. Esto fue para que el resto de sus discípulos supieran igualmente lo que el viaje exige.
Cristo les dijo: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará.”
De hecho, estas son palabras fuertes que pueden asustar a cualquier persona, pero son igualmente palabras muy verdaderas y honestas.
A través de estas palabras, Cristo hace de la cruz una demanda explícita para todos nosotros. Además, nos recuerda que el camino cristiano no es fácil. Más bien, que está lleno de obstáculos. Así que, requiere mucho sacrificio, que está fuertemente simbolizado en el sufrimiento y el dolor de Cristo.
A menudo, algunos de nosotros pensamos que, una vez cristiano, el sufrimiento y la dificultad desaparecen. Por supuesto, algunos predicadores de la prosperidad han propagado esta idea al detrimento de sus seguidores.
La Cruz es la consecuencia del compromiso libremente aceptado por Cristo para nuestra salvación. Por lo tanto, es importante señalar que Cristo dijo a sus discípulos a tomar “su propia cruz”, y no la suya, y lo sigan.
Esto simplemente significa que “la cruz” será diferente para cada uno de nosotros. Puede tomar diferentes formas de algo difícil, desafiante o incluso tentador. Algo no elegido, pero tiene que ser aceptado libremente.
Aunque no es una aventura muy agradable, pero la buena noticia es que, aceptando nuestra cruz con valentía y esperanza como Cristo lo hizo, abre la puerta a una gracia abundante con la que nos enfrentamos y llevamos nuestra propia cruz.
Otra lección importante para nosotros es que, para compartir la gloria de Cristo, tenemos que compartir su sufrimiento. Por supuesto, humanamente hablando, esto no hará sentido, excepto a través de la fe en Cristo.
Cuando unimos nuestro sufrimiento al de Cristo, triunfamos llevando nuestra propia cruz. De esta manera, apreciamos el hecho de que, el camino de la cruz es el camino de la salvación, y que, “por la noche hay llanto. Pero, por la mañana habrá gritos de alegría (Sal 30:5).
Por lo tanto, pidamos a Dios que nos conceda la gracia para satisfacer esta exigencia de discipulado con fe y valentía en nuestro camino diario.
La paz sea con ustedes
¡Maranatha!