Martes de la XIX semana del Tiempo Ordinario, Año A

Santa Clara, Ruega por Nosotros

Lecturas: 1ra: Ez 2:8–3:4; Sal: 118; Ev: Mt 18:1-5.10.12-14

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico; Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo alcanice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

Hoy, el martes de la decimonovena semana del tiempo ordinario, la Iglesia honra Santa Clara, virgen.

Clara nació en Asís, Italia el 16 de julio de 1194. Fue la primera mujer en practicar la vida de la pobreza entera, como lo enseñó San Francisco. Según el breviario: “Clara distribuyó todas sus posesiones entre los pobres, y huyó del ruido del mundo. Se refugió a una capilla rural”.

Después de gobernar su comunidad durante cuarenta y dos años, fundó la Orden de las Clarisas, en una miserable casa fuera de Asís. Su hermana de catorce años se unió con ella. Luego, su madre y otras damas nobles se unieron a su orden. Fueron descalzos, observaron la abstinencia perpetua, el silencio constante y la pobreza perfecta.

Después de mucho servicio, Clare se enfermó y sufrió durante veintiocho años. Durante este momento difícil de su vida, la Eucaristía fue su único apoyo. Murió el 11 de agosto de 1253, y fue canonizada dos años después.

El evangelio de hoy nos presenta un episodio muy interesante. En lugar de reflexionar sobre todo lo que Cristo los enseñaba, sus discípulos estaban ocupados debatiendo sobre: “Quién es el más grande en el reino del cielo”.

Sus mentes estaban puestas en el “gobierno” que imaginaban que Cristo había venido a establecer. Esto es lo que sucede en cualquier sociedad, familia o comunidad religiosa donde hay ambición personal.

De hecho, no hay nada de malo en tener una buena ambición. Sin embargo, cuando eclipsa el bien común, se vuelve egoísta, peligroso y destructivo. El resultado incluye, guerras frías, chismes, indiferencia, agresión, odio e incluso amenaza a la vida. Todo esto, vienen a expensas del bien común. Dondequiera que existan, no puede haber progreso ni paz.

Así que, usando a un niño como ejemplo en el evangelio de hoy, Cristo nos enseña que tenemos que convertirnos en niños para ser grandes. Por supuesto, esto no significa ser infantil. Más bien, significa ser como un niño. Significa vivir nuestras vidas en servicio humilde a Dios y a los demás.

Por último, ser grande es poder acomodar, acoger y trabajar con los demás en armonía como lo hacen los niños. Significa la capacidad de servir a los demás, en lugar de ser servido. Significa un humilde sacrificio.

Saint Clare, Ruega por nosotros.

La paz sea con ustedes

¡Maranatha!

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