Ayuno y Espiritualidad Auténtica
Lecturas: 1ra: 1 Cor 4:1-5; Sal: 37; Ev: Lc 5:33-39
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico; Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy, el jueves de la vigésimo segunda semana del tiempo ordinario, Lucas nos presenta el diálogo de los discípulos de Juan con Cristo sobre el ayuno. El Evangelio de hoy tiene paralelo en Mt 9:14-16 y Mc 2: 18-2.
El ayuno es una piedad religiosa practicada por casi todas las religiones. Jesús mismo lo practicó durante cuarenta días (Mt 4:2). Sin embargo, no insiste en que sus discípulos hagan exactamente lo mismo. Más bien, lo deja libre.
A veces, es difícil ver algo hecho contrario a lo que uno solía saber como la “manera normal.” En esos momentos, la primera reacción es un gran “shock” o sorpresa. El segundo es, concluir que algo debe estar mal en algún lugar, o con alguien.
Desafortunadamente, algunos de nosotros estamos pegado en la forma en que vemos las cosas. Esto es, en la medida en que, nos resulta difícil aprovechar la oportunidad que la realidad nos presenta para hacer las preguntas correctas.
En el Evangelio de hoy, los discípulos de Juan ya no podían soportar lo que veían. Entonces, se acercaron a Cristo y le preguntaron: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, pero sus discípulos no ayunan?”
Cristo les respondió de su manera retórica habitual: ¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que los quitarán al esposo, y entonces sí ayunarán”.
Esta respuesta de Cristo sugiere que, no hacemos las cosas simplemente porque todos lo están haciendo. Más bien, lo hacemos en el momento apropiado, y para el propósito correcto. Lo hacemos, porque estamos convencidos de lo que estamos haciendo.
Por supuesto, Cristo no estaba en contra del ayuno. Esto se debe a que ya había dicho: “No he venido a abolir la Ley, sino a cumplirla” (Mt 5:17). El mismo, ayunó por cuarenta días en el desierto en preparación para su misión.
A través de su respuesta, nos recuerda que ha venido a revelar el verdadero propósito de la Ley. Ha venido a “reconciliar” la letra de la ley, con el espíritu de la ley. Ha venido a guiarnos a la espiritualidad auténtica y, consecuentemente, a la vida eterna a través de la observancia correcta de la ley.
La paz sea con ustedes.
¡Maranatha!