“Este recibe a los pecadores y come con ellos”.
Lecturas: 1ra Flp 3, 3-8; Sal: 27; Ev: Lc 14, 15-24
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico; Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy, el jueves de la trigésima primera semana de tiempo ordinario, Lucas nos presenta el diálogo de Cristo con los fariseos. Esto nos recuerda un aspecto vital de nuestro llamado, solidaridad y restauración de la dignidad de todos los seres humanos.
Vivimos en un mundo donde podemos juzgar y pronunciar rápidamente a otros culpables sin siquiera hacer algunos esfuerzos para entender o apreciar sus intenciones.
En el evangelio de hoy, los fariseos trataron a Cristo como la mayoría de nosotros trataría a otros cuyas acciones “parecen” contrarias a las normas de la sociedad. Los fariseos se quejaron: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.” Su juicio fue sesgado y prejuicioso.
En efecto, Cristo visitó, se sentó y comió con los pecadores por una buena razón. En lugar de participar en su pecado o alentarlos a continuar en su antigua estilo de vida, vino a transformar y ayudarlos a abrazar una mejor experiencia.
Como, los fariseos, en opinión de muchos cristianos, los “pecadores percibidos” deben ser ostracizados y dejados perecer. ¿Cuántas personas sufren hoy por el estigma que nosotros y nuestra sociedad les hemos impuesto?
Este tipo de actitud es responsable del todavía persistente sistema de castas, el racismo sistémico e ideológico que todavía existe en la mayoría de las “sociedades modernas y civilizadas” hoy en día. El rechazo, el abandono y la segregación de todo tipo son la raíz de la mayoría del mal en nuestra sociedad.
En el evangelio de hoy, Cristo nos enseña que cada ser humano es importante para Dios, nuestro Creador. Aquellos que rechazamos, ostracismos y abandonamos necesitan, cuidado, misericordia, salvación, y Dios tanto como nosotros.
Por lo tanto, la parábola de la oveja y moneda perdida nos recuerda lo preciosa que es para Cristo toda alma, incluso la que está contaminada por el pecado. Cristo vino para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Juan 10:10). Él está en buscada de cada alma y se alegra de traerla a casa de Dios, su Creador.
Por lo tanto, pidamos a Cristo que nos haga instrumentos para restaurar la dignidad de todas las criaturas de Dios, en lugar de rechazar y ostracizarlas, porque “se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente”
La paz sea con ustedes.
¡Maranata!