Cristo es la Sabiduría Perfecta, y la Plenitud de la Ley
Lectura: 1ra: Ex 20:1-17; Sal: 18:8-11; 2da: 1 Cor 1: 22-25; Ev: Jn 2:13-25
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
Mientras que continuamos nuestro viaje en este tercer domingo de Cuaresma, celebramos a Cristo, la plenitud de la ley y la sabiduría de Dios. Hoy, la Iglesia nos llama a re-dedicarnos a Cristo. Esto es porque él es el cumplimiento del mandamiento de Dios.

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En nuestra primera lectura del libro del Éxodo, Dios le dio la ley a Moisés para Israel. La ley fue dada a Israel para ayudarlos a hacerse más sabios. También se les dio para fortalecer su relación con Dios y ayudarles organizar su vida social y religiosa.
Por lo tanto, los mandamientos de Dios son hechos para formarnos en una comunidad sagrada, es decir, una comunidad arraigada en la adoración genuina de Dios, una comunidad que vive en la justicia y la paz, el uno con el otro. Por lo tanto, debemos vivir como vecinos, respetando el uno al otro. El propósito último y remoto de esto, es también conocer, respetar y adorar a Dios nuestro creador.

Mientras que la vieja ley (alianza) fue dada a través de Moisés, la nueva ley (alianza) fue dada por Cristo. Dios se revela precisamente en su mandamiento en Cristo. Por lo tanto, como la plenitud del mandamiento de Dios, Cristo es la avenida a través la cual Dios nos recibe.
En nuestra segunda lectura, Pablo nos recuerda que Cristo es: “La plenitud de la sabiduría de Dios.” Los griegos buscaron esta sabiduría. Por desgracia, la rechazaron ignorantemente. Así que, en lugar de beneficiar de ella, fueron engañados por la sabiduría de este mundo.
Según Pablo, Cristo es la plenitud de la ley y la sabiduría de Dios. Entonces, quien lo encuentre y lo reciba, se llenará de sabiduría, y nunca caminará en la ignorancia. “Quien lo reciba no volverá a caminar en tinieblas” (Jn 8:12). La oscuridad se opone a la sabiduría. Así que, quien no haya recibido a Cristo la plenitud de sabiduría, aunque camine según la sabiduría de este mundo, vive en la oscuridad.

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En el Evangelio de hoy, Juan narra al encuentro de Jesús con aquellos que profanan el Santuario de Dios. Su acción simplemente demuestra que es realmente la sabiduría de Dios, y la plenitud de la ley. Su celo lo distinguió de las autoridades. En lugar de representar el interés de Dios, representaban sus intereses económicos y sociales.
¿Qué aprendemos del Evangelio de hoy? En primer lugar, no debemos mantenernos indiferentes ante el mal, especialmente en la casa de Dios, en nuestros hogares, oficinas o en cualquier lugar. Además, no debemos permitir que nuestro interés personal destruya la santidad y la unidad de nuestra iglesia, familia, estado o país. La iglesia es la casa de Dios y un lugar de adoración. Debemos santificarla y respetarla. También, nos recuerda que nuestro cuerpo y el cuerpo de Cristo, son el templo de Dios. Entonces, no debemos profanarlo.
Finalmente, hoy Cristo profetizó sobre de su propia muerte y resurrección: “Destruyan este templo, y lo levantaré en tres días.” Esta profecía se cumplirá durante el misterio Pascual. Por lo tanto, el Evangelio de hoy mantiene en perspectiva los acontecimientos de esta temporada. Nos recuerda adónde nos dirigimos esta temporada, la muerte y resurrección de Jesucristo.
Así que, a medida que avanzamos esta temporada, sigamos obedeciendo los mandamientos de Dios cumplidos en Jesucristo, la sabiduría perfecta. Aclamemos a Cristo: “¡Señor, tú tienes el mensaje de la vida eterna!”
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!