Aleluya, Cristo el Señor ha Resucitado!
Lectura: 1ra: Hechos 10: 34. 37-43 Sal 117: 1-2. 16-23; 2da Col 3:1-4; Ev: Mc 16:1-7
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
Como un muchacho joven, deseaba que llegara la Pascua porque me encantaba escuchar y cantar este himno tradicional de la Pascua (Victimae Paschali): “Cristo el Señor ha resucitado hoy, ¡Aleluya!” Estaba simplemente interesado en este cantico sin realmente reflexionar sobre las lo que significa la Pascua. Sin embargo, cuando crecí, me di cuenta de que la Pascua es más que cantar un buen cantico que alegra mí corazón. Esto es porque, ahora entiendo el significado completo del misterio pascual de Cristo.

Una vez, mientras me pasaba por la casa de un vecino, fui atraído por su hijo pequeño. El niño estaba sentado con expectación en su pequeño jardín de flores como si estuviera esperando a alguien. Lo llamé: “¡Chuka! ¿Qué estás haciendo allí?” Su respuesta fue, “Padre, sembré una semilla aquí. Estoy esperando que germina y crezca ahora, para que, puedo recoger mi semilla”. Le sonreí y le dije: “Chuka, antes de cosechar algo tu semilla debe permanecer allí por unos días. Debe morir, germinar, crecer, antes de empezar a darte frutos. Eso tomará algunas semanas.” “¿Me entendiste?”, le pregunté. El pobre niño, me miró con decepción y dijo: “Entonces, si este es el caso, voy a sacar y recoger mi semilla.” Por supuesto, buscó su semilla y se fue.
Hoy, podemos cantar y gritar aleluya, porque a diferencia de Chuka, nuestra paciencia, esperanza y fe no nos han fallado. Chuka no estaba preparado para la prueba, y no tenía la paciencia para esperar que su semilla muere, germinar a fin de darle mucho fruto. Hoy es el más grande de todos los domingos en el calendario cristiano debido a la renovación de la vida que trae. No sólo es Pascua el comienzo de la nueva vida de Cristo glorificado, igualmente, es el comienzo de la nueva vida de todos los verdaderos cristianos. Hoy, celebramos el triunfo del bien sobre el mal, de la luz, sobre la oscuridad, y de la paz sobre el caos. Celebramos la esperanza, la paciencia y el cumplimiento de la promesa de Dios a su pueblo.
También, hoy celebramos lo que hace la religión cristiana único entre las otras religiones del mundo. Es decir, la Resurrección de nuestro Señor. Así que hoy, como Pablo dice: “Bendecimos a Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo que en su gran misericordia nos ha dado un nuevo nacimiento como hijos suyos, resucitando a Cristo Jesús de entre los muertos” (Hecho 2: 42-43). Esto significa que la muerte de Cristo fue nuestra. Así, su resurrección y nueva vida ahora es igualmente nuestra.
El Evangelio de hoy nos dice que Jesús dejó el manto con lo que fue enterrado en la tumba cuando resucitó. En otras palabras, él no se aferró a cualquier cosa “mundana”, o permitió que esto le dominara. Entonces, hay dos preguntas que debemos hacernos al concluir esta Semana Santa. La primera es: ¿Resucité con Cristo esta Pascua? La segunda es: ¿Qué cosa dejé en “la tumba” esta Pascua? Si debemos resucitar como Cristo, debemos igualmente, estar dispuestos a dejar todas las cosas mundanas innecesarias, a las cuales estamos fuertemente apegados. Jesús entendió y obedeció la ley natural que dice que, para que uno pueda levantarse debe dejar algo atrás. Si fallamos al hacer esto, la ley de la gravedad que Jesús mismo entendió y obedeció podría prevalecer en contra de nosotros.

Por lo tanto, el mensaje central de la Pascua es que, un día como hoy, al igual que Cristo, hemos pasado por encima de todo los obstáculos que nos han sujetado al sepulcro. Es un mensaje que, aunque la muerte y el sepulcro eran partes del plan de salvación de Dios, no durarán eternamente (Salmo 30:5). Es una reafirmación bendita que, Dios es fiel a sus promesas, y nos librará de todas las situaciones peligrosas. Es también, una garantía de que seguramente, llegará nuestro día de gloria. Hoy es el día que hizo el Señor, regocijémonos y seamos felices (Ps118, 22).” ¡Aleluya, aleluya!
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!