¡Renuévanos Señor con tu Espíritu!
Lectura: 1ra: Hechos 2:1-11; Sal 103; 2da:1Co 12:3-7. 12-13; Ev: Jn 20:19-23
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
Hoy es domingo de Pentecostés. Pentecostés marca el termino definitivo de la temporada de Pascua. Ocupa una posición muy importante en la vida de la iglesia y en el calendario litúrgico. Esto es porque, marca el comienzo del movimiento misionero de la iglesia. El día de Pentecostés es un día de renovación y empoderamiento.

Desde la primera lectura de este domingo, vemos la recompensa de la obediencia y la firmeza en la oración. Por lo tanto, hoy celebramos una gran fiesta, cuando Cristo cumplió su promesa a nosotros. Como discípulos de Cristo, cada verdadero creyente ha sido empoderado por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el amor mutuo del padre y del Hijo. Él nos faculta para ir a nuestro mundo para traer paz, unidad, alegría, amor y salvación a las naciones.
En la segunda lectura de hoy, Pablo hace una importante declaración: “Nadie puede decir que Jesús es Señor, excepto a través del Espíritu Santo.” Esto significa que, es Dios mismo que nos permite reconocer y aceptar el señorío de Cristo a través del Espíritu Santo.
Debido al orgullo, es difícil para Satanás reconocer o aceptar el señorío de Cristo. Decir “Jesús es Señor” es humillarse a uno mismo. Significa aceptar a Cristo como el Señor y Salvador de la vida de uno. Verdaderamente, esto es sólo posible a través del espíritu de la verdad, el Espíritu Santo.
En el Evangelio, Jesús sopló el Espíritu Santo sobre sus discípulos con el fin de restaurar su paz y liberarlos de la esclavitud del miedo. Cristo sabía que el Espíritu Santo empodera y libera. Por lo tanto, el espíritu que hemos recibido, “no es el espíritu de miedo y timidez, sino el Espiritu de poder, amor y dominio propio”. (2 Tim 1:7).
Según nuestro Catecismo, el Espíritu Santo nos empodera, nos hace fuertes cristianos y soldados de Cristo (CIC 1302). Este empoderamiento viene a través de los diferentes dones que recibimos del Espíritu Santo. Nos hacen audaces para llamar a Dios nuestro padre (Rom 8:15), y, sobre todo, para proclamar a nuestro mundo que, Jesucristo es el Señor. Además, el Espíritu Santo nos ayuda a dar buenos frutos en Cristo (Gal 5, 22). Él nos lleva al reino de la justicia, la paz y la alegría.
Hoy debemos preguntarnos: “¿Qué quiere el Espíritu Santo que yo haga? ¿A dónde me está llevando? Es importante reflexionar sobre estas preguntas especialmente, ahora que nuestro mundo se ha vuelto tan complejo, y muchos de nosotros parecemos confundidos. Debemos prestar atención a él. Debemos ser dóciles con él. Debemos dejarlo conducir y mostrarnos el mejor camino.
Sólo él nos puede ayudar a navegar por las aguas turbulentas de este mundo. Sólo el Espíritu Santo puede calmar nuestros temores y restablecer orden a nuestras vidas. Él solo puede empoderarnos para enfrentar los desafíos cotidianos de nuestras vidas, familias, comunidades y nuestro mundo. Él solo nos puede dar la visión correcta que necesitamos para navegar a través de los momentos complejos de esta vida.

En vista de esto, diariamente y en oración, debemos hacer una pausa para escuchar lo que el Espíritu Santo tiene que decirnos para conocer la dirección que él quiere guiarnos. Déjenos darle la oportunidad de dirigir nuestra vida, familia, negocio y estudio. Si él nos guía, no importa cuán complejo sea nuestro mundo, nunca seremos confundidos. Siempre encontraremos el mejor camino a seguir.
Finalmente, en lugar de andar siempre por la vista o el mero instinto como muchos de nosotros hacemos hoy en día, caminemos con el Espíritu Santo, nuestro Abogado y Defensor. Esto es porque, triunfaremos “no por el poder ni por la fuerza, sino por mi espíritu, dice el Señor Todopoderoso” (Zech 4, 6). Así que oremos humildemente: “Envía, Señor tu Espíritu y renueva la faz de la tierra. Alleluia”.
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!