Oh Santísimo Sacramento, Oh Sacramento Divino
Lectura: (1ra: Ex 2,3-8 39-40; Sal 115; 2da He 9, 11-15; Ev: Mc 28, 16-20)
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
“… Por la celebración eucarística nos unimos con la liturgia celestial y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos”(CCC1326). Hoy, celebramos la solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo, popularmente conocido como Corpus Christi. Fue introducido en el siglo XIII para animar a los fieles a dar adoración especial a la Santa Eucaristía.
Más tarde, se extendió a toda la Iglesia Latina por el Papa Urbano IV en el año 1264 y, se convirtió en una fiesta obligatoria de la iglesia universal en el año 1312. Tradicionalmente, esta solemnidad se celebra el jueves después del domingo de la Trinidad. Sin embargo, donde no es un día de obligación, se celebra el domingo siguiente al domingo de la Trinidad.

Como celebramos el Corpus Christi hoy, tanto nuestra primera y segunda lectura habla de alianza, sacrificio y sangre. Según la primera lectura, la antigua alianza fue sellado con la sangre del sacrificio de los animales que Moisés roció sobre la gente. Por el contrario, la segunda lectura nos recuerda que la nueva alianza fue sellada con la sangre de Cristo. Esto es lo que hace la diferencia funcional.
Por lo tanto, el sacrificio del cuerpo y sangre de Cristo es el cambiador de juego. Mientras que la primera alianza nunca garantizó la vida eterna, la nueva la hace porque fue sellada con la preciosa sangre a través de un perfecto sacrificio ofrecido una vez por todas.
En el Evangelio, Cristo instituyó la Sagrada Eucaristía. Aquí era el sacerdote y la víctima. Esta es otra diferencia entre la nueva y la antigua alianza. Como el sacerdote, Cristo se ofreció a Dios para salvarnos. Así que, es importante notar, que cada vez que celebramos la Santa Eucaristía, Cristo está totalmente presente tanto como el sacerdote y la víctima.
Él logra su sacerdocio a través de las acciones del sacerdote humano que es el “alter Christus” (otro Cristo) y, que actúa “in persona Christi (en la persona de Cristo).” Por otro lado, Él logra su papel como una víctima en la forma del pan y del vino. Todas estas juntas, son las que nos referimos como una “acción de gracia”.
La Iglesias nos enseña que: “La Eucaristía es la fuente y sima de la vida cristiana… Pues en la Sagrada Eucaristía se contiene todo lo bueno espiritual de la iglesia, es decir Cristo mismo…. La Eucaristía es la culminación de la acción de Dios que santifica al mundo en Cristo su hijo unigénito y, de los hombres que ofrecen culto a Cristo… En resumen, la Eucaristía es la suma y resumen de nuestra fe “(CIC1324-1325).
Por lo tanto, la celebración de hoy es una celebración de la vida, salvación y gracia. Nos enseña que, como la comida verdadera, la Eucaristía es el verdadero cuerpo y sangre de Cristo que nutre nuestra alma. Es una forma concreta a través la cual Cristo está divinamente presente con nosotros cada día y momento.

Así que, cuando compartimos en la celebración de la Eucaristía, compartimos en la vida de Cristo, la cabeza y, en la vida de la iglesia su cuerpo. Esto significa que debemos prestar más atención a la Eucaristía y pasar más tiempo en su presencia divina. Si nos presentamos ante Él todos los días, Él nos llenará de la sabiduría y nos mostrará lo mejor manera de la vida.
Esto significa que debemos adorar y ofrecerle a Cristo la reverencia debida a Él. Cualquier momento pasado en la presencia del Santísimo Sacramento es un momento de oro y un momento de gracia. Adoremos a Cristo diciendo: “Oh Santísimo Sacramento; Oh Divino Sacramento, todas alabanzas y, acción de Gracias son tuyas en cada momento y tiempo.”
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranata!