Homilía del Trigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario, Año B

Cristo, Rey del Universo Reina

Lectura: 1ra: Da 7, 13-14; Sal 92; 2da: Ap 1, 5-8; Ev: Jn 18, 33-37

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Fue el Canciller de la Diócesis de Fajardo Humacao, Puerto Rico. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al:canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)

La solemnidad de Cristo el rey marca el final definitivo del tiempo ordinario de la iglesia, y por supuesto, todo el año calendario litúrgico B. Hoy, reconocemos y adoramos a Cristo como el Rey de reyes, el Señor de señores, y el principio y el fin.

Esta fiesta fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 en respuesta al crecimiento de nacionalismo y secularismo. También, fue instituido para promover la adoración de Cristo tanto en la intimidad de nuestros corazones, como en el público. El título de la fiesta era “Jesu Christi Regis” (Jesús Cristo, el Rey).

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En su “motu proprio Mysterii Pascualis” de 1969, el Papa Pablo VI dio a la celebración un nuevo título: “Iesu Christi universorum Regis” (Jesucristo, rey del universo). También trasladó la celebración al último domingo en el calendario litúrgico y la transformó de una fiesta a una “solemnidad”.

Nuestra primera y segunda lectura testimonian el señorío de Cristo. Daniel profetizó sobre el reinado eterno y pacífico de Cristo. Identificó a Cristo como el “hijo del hombre”. Mientras que Juan lo llamaba: “El primogénito de toda la creación… el Alfa y el Omega.” Ambas lecturas también nos recuerdan que el reino de Cristo será el de la paz, la justicia, el amor y la verdad.

En el Evangelio de hoy, ignorantemente, Pilato y los judíos castigaron y crucificaron a Cristo su rey. Ellos no aceptaron la verdad que Cristo predicó sobre su reino. Más bien, endurecieron su corazón, pensando que todo termina aquí en la tierra.

Como Pilato y sus colaboradores, algunos de nosotros nos engañamos a nosotros mismos por lo que vemos en este mundo. Esto es, al creer que todo termina aquí en la tierra. Sin embargo, la verdad es que, el reino de este mundo pasará, pero el reino de Cristo durar para siempre.

Uno de los objetivos más importantes de la celebración de hoy es reconocer y adorar a Cristo como el rey del universo. Debemos permitirle reinar en nuestras vidas. Si reina en cada corazón, nuestras familias, la sociedad y nuestro mundo serían un lugar mejor.

Así que, la celebración de hoy nos desafía a hacernos esta pregunta tan importante: “¿está Cristo reinando en mi vida? La celebración de hoy no hará ningún sentido, si no hemos dado a Cristo la oportunidad de reinar en nuestras vidas, en nuestras familias, negocios, y en nuestro mundo entero.

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También, la celebración de hoy nos llama a ver a Cristo, el rey como nuestro modelo a seguir. Debería ser un modelo para todos los reyes, gobernantes y líderes. Él se preocupa, ama y vive en paz con su pueblo. No gobierna con poderío militar, ni con fuerza financiera. En cambio, es un buen pastor.

Como rey de reyes, Cristo es un juez justo, un rey compasivo y misericordioso. Es un rey que trata a sus súbditos como hermanos y amigos. Él está cerca, y no necesitamos ningún protocolo especial para llegar a él. Hoy, con el salmista vamos a proclamar: “El Señor es rey, está vestido de Majestad.”

¡La paz sea con ustedes!

¡Maranatha!

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