Homilía del Sexto Domingo del Tiempo Ordinario, Año C

Señor, Nuestra Confianza y Esperanza está en ti

Lecturas: 1ra: Jer 17:5-8; Sal: 1:1-6; 2da: I Co 15:12.16-20; Ev: Lc 6:17.20-26

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Fue el Canciller de la Diócesis de Fajardo Humacao, Puerto Rico. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo all:canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)

Hoy, el sexto domingo del tiempo ordinario, la Iglesia nos invita a poner nuestra confianza en Dios y en su único hijo Jesucristo. A través de su resurrección, Cristo conquistó la muerte y fortaleció nuestra fe y esperanza de la vida eterna.

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Por lo tanto, la primera lectura de hoy del libro de Jeremías nos recuerda sucintamente las consecuencias de confiar únicamente en nuestras habilidades, en nuestra fuerza humana y en los seres humanos. “Esto dice el Señor, maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón.” A través de esto, se nos recuerda que todo esto nos fallará porque, nuestro éxito y supervivencia no dependen únicamente de ellos.

Por lo tanto, la primera lectura de hoy nos llama a una reflexión muy profunda. Debemos preguntarnos, ¿en quién y en qué he puesto mi confianza? Poner nuestra confianza en Dios es el mejor acercamiento a la vida. Ciertamente, debemos hacer esfuerzos y hacer lo que debemos hacer como seres humanos. Sin embargo, no debemos olvidar que, es Dios quien sostiene, confirma y bendice nuestros caminos y esfuerzos.

Debemos estar conscientes del hecho que, sin él, no somos nada como el Venerable Francis Libermann, C. S. Sp constantemente repetía antes de su muerte: “¡Dios es todo, el hombre es nada! ¡Dios es todo, el hombre es nada!

Confiar en Dios es una gran fuente de bendición y gozo interior. Por lo tanto, el salmista nos recuerda que: “Los que confían en el Señor son como el monte de Sion que nunca puede ser sacudido” (Sal 125:1).

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En la segunda lectura, Pablo igualmente hace el mismo punto. Nuestra esperanza no debe ser totalmente colocada en este mundo ni en nuestros esfuerzos solos, sino en Cristo, que a través de su resurrección ha fortalecido nuestra esperanza de la eternidad.

Por lo tanto, Pablo nos dice: “Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida, seríamos los más infelices de todos los hombres”. En otras palabras, la vida no termina aquí. Hay algo más allá de este mundo, y sólo nuestra esperanza en Cristo resucitado nos llevará allí. En pocas palabras, nuestro viaje con Cristo no termina aquí, sino que trasciende este mundo.

Mientras que nuestra primera lectura comenzó con una advertencia muy fuerte contra no confiar en Dios, el Evangelio de hoy comienza con una bendición para aquellos que están listos para hacer la voluntad de Dios. La bienaventuranza es un gran cantico que nos llama a una vida de virtud, de reflexión y de entrega total a la voluntad de Dios.

Es el cantico de Cristo que nos llama a confiar firmemente en Dios, mientras que esperamos la eternidad. Estas bendiciones son para aquellos que están totalmente dispuestos a confiar en Dios. Las Bienaventuranzas también nos recuerdan que todo lo que hacemos y trabajamos aquí nos ganará la vida eterna. Es decir, si los hacemos bien, y por Dios.

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Finalmente, la buena noticia para nosotros hoy es simple, nada en este mundo puede robarnos nuestra paz de la mente y la alegría interior, porque nuestra confianza no está en este mundo, ni en el hombre. Más bien, nuestra confianza está en Cristo crucificado y resucitado, el Salvador y la esperanza del mundo. El Salmista resume esta buena noticia para nosotros: “Dichoso el hombre que confía en el Señor”

¡La paz sea con ustedes!

¡Maranatha!

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