Cristo Nuestro Buen Pastor Nunca Falla
Lecturas: 1ra: Hecho 13, 14. 43-52; Sal: 99, 1-3. 5; 2da: Ap 7, 9. 14-17; Ev: Jn 10, 27-30
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Fue el Canciller de la Diócesis de Fajardo Humacao, Puerto Rico. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo all:
canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
En este cuarto domingo de Pascua, celebramos la fiesta de Cristo, nuestro Buen Pastor que voluntariamente dio su vida por sus ovejas. Celebramos nuestro pastor porque Él nos ama y se interesa por nosotros en todas las circunstancias. Él está dispuesto a guiar a todos los que lo siguen y obedecen al manantial de la vida eterna.

La primera lectura de hoy narra los acontecimientos de cómo los Apóstoles siguen difundiendo la Buena Nueva de Jesucristo. Un punto importante observar es que hoy han logrado algo más, han traído la buena nueva a los gentiles que la aceptaron con alegría. Esto demuestra que Cristo vino para la salvación de todo. Como el Buen Pastor de todas las naciones, nos ofrece la salvación y protección a través de la buena nueva. Esto es porque, es su deseo de que todos sean salvos.
Aunque llegó a los judíos en primero, también era su plan salvar a todas las naciones. Por desgracia, debido la ignorancia, el orgullo, y la soberbia los judíos lo rechazaron. Sin embargo, esto se convirtió a una bendición para los gentiles que ahora son los elegidos de Dios. Como los judíos en el tiempo de Cristo debemos preguntarnos: ¿De alguna manera estamos rechazando la buena Nueva? Toda obstinación, o resistencia contra la buena nueva que vemos todos los días son signos de rechazo de Cristo como los judíos hicieron. Además, uno podría rechazar a Cristo, el buen pastor, a través de la falta de fe, o por no reconocerle en los demás.

En nuestra segunda lectura, a través de la visión de Juan, Dios nos asegura que Cristo, nuestro buen pastor está dispuesto a acoger y proteger todos sus hijos. Por lo tanto, Juan nos dice: “Yo vi una cantidad enorme, imposible de contar, de gente de toda nación, raza, tribu y lengua; estaban de pie delante del trono y delante del Cordero.”
A través de su Hijo Jesucristo, Dios está listo para llevarnos al manantial de la salvación eterna. Su misericordia, amor y salvación no discriminan, y su reino está abierto para los fieles que vencieron. La salvación de Dios es como un manantial que fluye libremente. Sin embargo, sólo aquellos que son fieles a Él y han limpiarse en la sangre del cordero podrían beber agua del manantial de la vida.
Hoy el evangelio es muy preciso. Sin embargo, lleva un mensaje muy poderoso para todos nosotros, que de acuerdo con el salmista: “Somos las ovejas del rebaño de Dios.” Por supuesto, sabemos que los derechos van con los deberes. Así, esta lectura nos avisa de nuestro deber como las ovejas de Cristo: “Las ovejas que pertenecen a mí escuchan mi voz y me siguen.”
Por otro lado, se especifica la responsabilidad de Cristo, el buen pastor hacia nosotros: “Yo les doy vida eterna, no se perderán bajo mi protección, y nadie jamás las robará de mí.” Por lo tanto, si obedecemos a la voz y al mandato de Cristo, estaremos seguros de su amor, cariño y protección. Cristo, nuestro buen pastor, nunca nos defraudará.

Así, como las ovejas de Cristo, escuchemos la llamada diaria de Jesucristo, el buen pastor, que dice: “He aquí que estoy a la puerta de tu corazón y llamo. Si abre la puerta, yo entraré” (Ap 3: 20). Sí, Jesús, el buen pastor de todas las naciones está allí pacientemente a nuestra puerta. Él quiere guiarnos a la vida eterna. Por lo tanto, no hay que andar lejos de Él. El salmista nos aconsejó así: “Oh, que hoy escuchamos su voz, no endurezcan sus corazones” (Sal 95:8). Que el Dios Todopoderoso nos conceda la sabiduría y la gracia para seguir respondiendo obedientemente a Cristo, nuestro buen pastor.
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!