La gran reunión al banquete del Reino de Dios
Lecturas: 1ra: Is 66, 18-21; Sal 116; 2da: He 12, 11-13; Ev: Lc 12, 22-30
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Era el Canciller de la Diócesis de Fajardo Humacao, Puerto Rico. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo all:
canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
Este domingo la Iglesia nos recuerda la reunión del pueblo de Dios en la fiesta de su reino. No es sólo los judíos y los cristianos que el Señor reunirá a sí mismos. También, reunirá la gente de todas las naciones. Todos aquellos que están dispuestos a someterse a su cuidado amoroso. Las lecturas de este domingo, especialmente, la primera y el Evangelio están estrechamente relacionadas. Llevan un mensaje muy fuerte de esperanza. Es decir, la reunión y restauración del pueblo de Dios.

La primera lectura es una profecía sobre el retorno del pueblo de Dios a Jerusalén. Es una garantía de que Dios cumplirá su promesa a nosotros. Aquí, el Profeta hace tres puntos importantes. La primera es que, pronto Dios cumplirá su promesa de restaurarnos. Seguramente lo hará para mostrar su poder Salvador.
El segundo es el hecho de que Dios tiene un propósito para esta reunión. Esto es para la gloria de su nombre. En palabras de orden, cada trabajo que Dios realiza tiene como objetivo remoto de darle gloria. Tercero, además de reunirnos a su mismo, también, Dios nos hará sus embajadores para otras naciones.
Por lo tanto, Él promete así: “Yo les daré una señal, y enviaré algunos de sus sobrevivientes a las naciones extranjeras… que nunca han oído hablar de mí o han visto mi gloria.” Esto pone de relieve la naturaleza misionera de nuestro llamado. Dios lo inicia y luego nos usa para lograrlo. Por lo tanto, Dios nos encarga: “Ir a todo el mundo y proclamen la buena nueva.” Esta buena nueva es que, Dios restaurará la gloria perdida, por su propia gloria.
La segunda lectura de la carta a los hebreos nos recuerda que la obediencia y la disciplina nos ayudará a responder, y efectivamente a regresar al Señor. El camino a este regreso definitivamente no será fácil. En ello, nos encontraremos espinas y dolores. Como un padre amoroso, Dios también nos reprenderá y castigará. Sin embargo, esto es con el fin de corregir y guiarnos por el camino correcto.

Williams Shakespeare escribió en su novela, Hamlet: “A veces, tengo que ser cruel, para ser amable.” Como un padre amoroso, este es el modo en que Dios también nos trata. Es el alfarero y somos el barro. Nos aplasta, trata con fuerza, y finalmente nos moldea en una forma hermosa (Jer 18, 1-17). De este modo, debemos aprender a ser fuertes como Cristo hizo a través de su sufrimiento y muerte en la cruz (Fil 2, 4). Esto es importante si debemos atestiguar la gloria de Dios. El éxito es conseguido a través del trabajo duro a través de la disciplina y obediencia.
En el Evangelio, Jesús responde a una pregunta muy difícil: “Señor, ¿serán pocos los salvados?” Su respuesta fue muy simple, y por supuesto, inteligente: “¡Intenta lo mejor para entrar por la puerta estrecha…!” En vez de ocuparse uno mismo con argumentos sobre el número de personas que serán salvados, es mejor a ser esfuerzo para ser salvo.
A través de esto, Cristo nos recuerda que la invitación a su fiesta está abierta a todos. Sin embargo, cada persona debe luchar para estar ahí. Debemos hacer lo que debamos hacer, por jugar bien nuestros papeles. Esta es la única manera que podíamos garantizar un lugar en el banquete del reino de Dios.

En las palabras de orden, nos corresponde como individuos hacer todo lo posible para estar en la reunión gloriosa de los Santos. Por lo tanto, Pablo nos amonesta: “Amadísimos míos…sigan procurando su salvación con temor y temblor”(Fil 2, 12). Esto significa que tenemos que estar juntos haciendo uso de la oportunidad para estar preparados en todo momento. Por lo tanto, debemos estar enfocados y disciplinados para ser parte de la gran reunión de los Santos.
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!