Caminando hacia nuestra Gloria Futura
Lectura:1ra: Ge 12, 1-4; Sal: 32, 4-5. 18-22; 2da: 1Tim 1, 8-10; Ev: Mat 17, 1-9
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
Hoy es el segundo domingo de Cuaresma. A través su transfiguración, Cristo nos da un vislumbre de la gloria que será nuestra si permanecemos fieles y triunfamos. Por esto, se nos alienta a ser fuertes y valientes en nuestro viaje en esta época de Cuaresma.

Disponible Ahora al:
Smashwords: https://www.smashwords.com/books/view/1179509
Amazon: https://www.amazon.com/dp/B094YTH1YX?
En la primera lectura, Dios hizo una promesa a Abrahán y le bendijo: “Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan.” ¿Cuál es la condición para el cumplimiento de estas bendiciones? Abrahán tenía que responder efectivamente a esta llamada y mandamiento de Dios: “Deja, y sal de tu tierra, y de la casa de tu padre…” En palabras de mandato, su parte de la alianza era obedecer el mandamiento de Dios para aceptar su misión difícil.
Muchas veces, tenemos prisa para reclamar las bendiciones y la gloria de Abrahán. Esto es bueno. Sin embargo, es importante notar que la condición necesaria para reclamar y recibir esta bendición incluye, obediencia a la voluntad y respuesta a la llamada de Dios.
Esto no es fácil. A veces, se exige que uno debe dejar algo bien importante. Se puede exigir que uno haga algo extraordinario. En pocas palabras, la respuesta a esta llamada te hará salir de tu zona de comodidad. Esta es la condición para recibir las bendiciones de Abrahán. Es para aquellos que permanecen fieles a la voluntad de Dios y obedecen su mandamiento.
Hoy el evangelio es de la transfiguración de Cristo. A través de su transfiguración, Cristo revela si mismo, y nos revela su gloria futura. Más importante, con la transfiguración, se nos quiere desvelar una de las constantes de la vida humana. No hay vida sin muerte, ni gozo sin dolor, ni regeneración sin destrucción. Todo ocurre a la vez. Por tanto, su gloria futura es para aquellos que se han purificado en la sangre del cordero. Es para aquellos que han sufridos por la causa del evangelio (Re 12: 11).

El asombro y la declaración de Pedro: ¡Señor, ¡qué hermoso es estar aquí…!” es interesante. Sin embargo, se equivocó. Se estaba limitando a lo humano. No, todavía no es tiempo para descansar, o para entrar en la plenitud de esta gloria. “La lucha continua, y la victoria es cierta” por Cristo. La transfiguración nos recuerda que, si trabajamos duro y permanecemos fieles a la llamada y mandamiento de Dios, estaremos entre los miembros de la iglesia triunfante. Esta gloria es solamente un vislumbre de la gloria futura de nuestro destino final.
Así que, para compartir en la gloria de Cristo, primero, debemos caminar con Él al Calvario. También, si deseamos compartir en las bendiciones y la gloria de Abrahán, primero, debemos estar listos y dejar algo importante (Ge 12). Si queremos una doble porción de la unción y el espíritu de Elías, primero, debemos contender con, y vencer a la Jezabel y al Acab de nuestra época (I Re 19). Si queremos el poder profético, y la gloria de Moisés, primero, debemos luchar contra, y vencer el faraón de este reino terrenal (Ex 6: 13).
Finalmente, la gloria revelada hoy debería servir como una “energía de activación” que nos motiva a continuar hacia nuestro destino final. El viaje no ha terminado, y ciertamente no es fácil. Sin embargo, Cristo está con nosotros. Así que, se nos alienta y dice: ¡No teman!
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha