Jueves, IX Semana de Tiempo Ordinario, Año A

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

Lecturas: 1ra: Heb 10:12-23; Sal: 39; Ev: Lk 22:14-20

Esta breve reflexión fue escrita por el Reverendo Padre Njoku Canice Chukwuemeka, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y un miembro de la Congregación de los Padres y Hermanos del Espíritu Santo (Espirítanos). Está trabajando con el Grupo Espirítano de Puerto Rico y República Dominicana. Es el administrador de la Parroquia La Resurrección del Señor, Canóvanas y el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo en: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.

Hoy, la iglesia celebra la fiesta de Jesucristo, el Eterno y Sumo Sacerdote. Es una fiesta litúrgica móvil que se celebra anualmente el primer jueves después de Pentecostés.

La aprobación de esta fiesta fue concedida por la primera vez por la congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos en 1987.

Esta fiesta se centra en el oficio sacerdotal (Munus sacerdotal) de Cristo. Nos recuerda que Cristo es el modelo para todos los creyentes. Esto es especialmente para los sacerdotes que actúan en la persona de Cristo (“in persona Christi”).

En su encíclica de 1947, Mediator Dei (Dios el Mediador) sub titulado: Cristo, Sacerdote y Víctima.” El Papa Pío XII escribió:

“Cristo es un sacerdote. Sin embargo, él es un sacerdote no para sí mismo, sino para nosotros, ya que, en nombre de toda la raza humana, él trae nuestras oraciones y disposiciones religiosas al Padre eterno. También, es víctima, pero víctima para nosotros, ya que se sustituye por pecadores.”

Tanto la primera lectura, como el Evangelio de hoy capturan la esencia de esta celebración. Ambos nos recuerdan que, con una sola ofrenda, Cristo hizo perfecto para siempre, a los que han sido santificados.

Por lo tanto, hoy todos estamos animados y llamados a orar para que todos los sacerdotes sean más como Cristo, el sumo sacerdote compasivo y digno de confianza, que sigue intercediendo por la humanidad ante el Padre.

Por lo tanto, agradezcamos a nuestro Señor Jesucristo por ser el Mediador ante el Padre, y por ser tanto la víctima, como el sacerdote eterno para nuestra salvación.

También, oremos para que lo imitemos en su sacrificio, y auto donación para nuestra salvación.

La paz sea con ustedes

¡Maranatha!

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