¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego?
Lecturas: 1ra: 1 Co 9:16-19.22-27; Sal: 84; Ev: Lc: 6:39-42
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico, la isla del encanto. Es el Canciller de la Diócesis de Fajardo-Humacao, Puerto Rico; Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas, y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
Hoy es el viernes de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario. Hoy, Cristo nos llama a un simple examen de nuestra vida.
Hizo esta llamada en forma de discurso y preguntas con sus discípulos. Primero, preguntó: “¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo?”
Algunos de nosotros le gustan guiar y corregir a otros. Esto podría ser porque nos da mucho placer. Además, parece mejorar nuestro estado.
Esta tendencia de dominar siempre nos mueve rápido para ver los defectos en los demás sin tomar tiempo para evaluarnos primero. Imagínese cuánto de nuestra conversación se centra en las fallas y los errores de los que están cerca de nosotros.
Por supuesto, Cristo no negó el hecho de que la gente tiene faltas. Nos invita a imaginar cuántas personas lastimaríamos si tuviéramos un tronco atado o a los ojos mientras nos movíamos, entre otros.
Por lo tanto, hoy Cristo nos advierte que tengamos cuidado al juzgar a los demás. En cambio, debemos ser lo suficientemente humildes para mirar hacia adentro antes de criticar a los demás.
Dios nos ve a cada uno desde adentro. Nos ve con una mirada generosa y compasiva y no nos desprecia ni nos condena por nuestras deficiencias y defectos.
Por lo tanto, debemos reconocer que, a veces, nuestra perspectiva y nuestra opinión de nosotros mismos y del mundo pueden necesitar corrección. Más importante, no podemos tener razón todo el tiempo. Esto se debe a que, como seres humanos, somos vulnerables a los errores, como cualquier otra persona.
Así que, pidamos al Señor que nos haga más conscientes de nuestras limitaciones, defectos e insuficiencias, para que podamos ser amables y más compasivos con los demás, independientemente de cómo los vemos.
La paz sea con ustedes.
¡Maranatha!