Homilía del Trigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario, Año C

¡Exalten, al Rey Universal de la Gloria!
Lecturas: (1ra: 2Sam 5, 1-3; Sal: 121, 1-5; 2da: Col 1, 12-20; Ev: Lc 22, 35-43)

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Era el Canciller de la Diócesis de Fajardo Humacao, Puerto Rico. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: 

canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com

(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)

En este trigésimo cuarto y último domingo del tiempo ordinario, del año C, la Santa Madre Iglesia celebra la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey Universal. Hoy le adoramos como el Rey de reyes y el Señor de señores (Ap. 17:1), y lo exaltamos como el Señor soberano del universo (Da 7, 14).

Disponible al:

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Papa Pio XI instituyó la fiesta de Cristo Rey en 1925 en respuesta al creciente nacionalismo y secularismo. A través de esto, la iglesia quería llevar nuestra adoración de Jesús, de la privacidad de nuestros corazones a un nivel superior. Es decir, a proclamar orgullosamente su reinado como rey universal. El título de la fiesta fue “Jesu Christi Regis” (Nuestro Señor Jesucristo, el rey). Sin embargo, en 1969 el Papa Pablo VI dio la fiesta un nuevo título: “Iesu Christi universorum regis.” (Nuestro Señor Jesucristo, rey del universo). Se elevó a una solemnidad y tiene su celebración en el último domingo del año litúrgico.

En la primera lectura, los israelitas se unieron para elegir a David como su rey. La razón es sencilla. Vieron en él un digno siervo que se impone sobre ellos. No era necesario gastar mucho dinero y recursos para ser elegido. Más bien, él fue unánimemente aclamado rey, como nosotros aclamamos a Cristo hoy. Él no tomó el honor por sí mismo porque, sabía que: “nadie se toma este honor a sí mismo” (Heb 5:4). Así que, si nos humillamos a nosotros mismos, Dios nos exaltará. Nuestro pueblo dará testimonio de nuestra capacidad para dirigir.

En la segunda lectura, Pablo nos recuerda que Dios: “ha creado un lugar para nosotros en el reino de su hijo amado.” ¡Qué más necesitamos! Esto requiere júbilo. Por lo tanto, al celebrar hoy, sepamos que, así como nos damos a conocer el glorioso esplendor del reinado de Cristo,” así mismo proclamamos nuestro reinado sobre este mundo y sus fuerzas.

En el Evangelio de hoy, Pilato y los judíos ignorantemente conspiraron para castigar a Cristo, su rey. En lugar de aceptarlo, endurecieron sus corazones la llamada de Dios a compartir y participar en su reino y gloria. Nuestra celebración hoy no es una burla como de los judíos hicieron. Por el contrario, es una verdadera celebración del reinado universal de nuestro Señor Jesucristo.

Como los judíos del tiempo de Cristo, algunos de nosotros realmente somos engañados por lo que vemos en este mundo. Algunos judíos del tiempo de Cristo creyeron que todo termina aquí en la tierra. Ellos representan los materialistas de hoy en día. Esto es un grave error porque el reino de este mundo pasará, pero el reinado de Cristo es eterno.

Cristo, Rey del Universo, es un modelo a seguir para todos los reyes, gobernantes, presidentes, y los líderes. Él cuida, ama y vive en paz con su pueblo. Él no gobierna con mano dura, poder militar o financiero. Es un buen pastor, un juez justo y un rey compasivo. Él es el único rey que nos trata como sus hermanos y amigos.

Cristo, nuestro rey universal es divino, pero comparte nuestra humanidad, y nos permite compartir su naturaleza real y sacerdotal (Ap 1:6; I Tes. 2:12). Él está siempre cercano, y no hay protocolos especiales para llegar a Él. Por lo tanto, celebremos porque: “el Señor viene a su pueblo con justicia. Él reinará para siempre y nos dará un regalo de paz”

¡La paz sea con ustedes!

¡Maranata!

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