Homilía del Primer Domingo de Adviento, Año A

El Príncipe De La Paz Viene En Gloria Y Majestad 

Lecturas: 1rª: Is 2, 1-5; Sal: 122; 2da: Ro 13, 11-14; Ev: Mt 24, 37-44

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. Era el Canciller de la Diócesis de Fajardo Humacao, Puerto Rico. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (The Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: 

canice_c_njoku@yahoo.com, canicechukwuemeka@gmail.com

(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)

Hoy es el primer domingo de Adviento, año A. Naturalmente, todos deseamos paz, ya que es necesaria para nuestro progreso espiritual y material. Esta es la paz por la cual rezamos, y esperamos que Jesús, el príncipe de la paz, va a traerla a nuestros corazones, las familias y el mundo al final de esta temporada.

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El término Adviento viene de dos palabras latinas Ad-ventus, que significa simplemente “llegar” o “Ad-venire”, que significa “venir.” Para nosotros los cristianos, y católicos en particular, significa esperar la venida del Señor. Adviento marca el inicio del nuevo calendario litúrgico de la iglesia. Es un período de cuatro semanas de preparación antes de la Navidad.

Así, en este primer domingo de Adviento, la Iglesia nos pide que nos alegremos porque la noche del largo peregrinaje a la ciudad eterna de la paz de Dios, pronto será fructífera. El reinado de la paz está cerca. Por lo tanto, debemos despertar y estar listos para recibir a Cristo en nuestras vidas, familias y nación. En las palabras del profeta Isaías en la primera lectura: “Vemos la montaña del templo del Señor, ya grabado fuerte el cielo del este.” ‘Vengan, subamos al cerro de Yavé, a la casa del Dios de Jacob, para que nos enseñe sus caminos y caminemos por sus sendas. Porque la enseñanza irradia de Sión, de Jerusalén sale la palabra de Yavé. El Profeta eleva nuestro espíritu con su visión del inminente reino de paz que será iniciado por la venida de nuestro Mesías.

El Mesías que esperamos esta temporada viene a nosotros con la paz. Aunque “Él ejercerá la autoridad,” él no oprimirá o explotará a nosotros. Más bien, Él deberá transformar nuestra cultura de guerra a la cultura de la paz: “Se cambiarán sus espadas en arado y sus lanzas en podaderas; nación no alzarán espada contra nación, ni habrá más guerras.”

Por desgracia, este versículo adorna la pared de las Naciones Unidas en Londres, sin embargo, el liderazgo del mundo ha eludido la paz. En lugar de vivir juntos en armonía, vemos más divisiones, disolución de uniones y amistades. La razón es muy sencilla, “la moral internacional que es la base del secularismo y el humanismo” sin espiritualidad. ES solamente el reinado de Cristo en cada corazón y nación que traerá la paz duradera.

Para entrar en este reino de la paz con éxito, tanto la segunda lectura como el Evangelio nos llaman a estar listos y despiertos. Pablo, nos anuncia claramente la cercanía de nuestro Salvador, el príncipe de la paz: “Nuestra salvación está más cerca que cuando fuimos convertidos.” También nos recuerda que: “ha llegado el momento.”

Lo que significa que aquí es que, no estamos en el tiempo terrenal (chronos), sino en el tiempo de Dios (Kairós). Es tiempo de Dios para salvar a su propio pueblo y restablecer la paz en todos los corazones, familias, y naciones. Por lo tanto, Pablo nos aconseja: “vivamos decentemente como la gente hace durante el día…no peleando ni envidiando. Que su amorío sea el Señor Jesucristo.”

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 Finalmente, el Evangelio es una llamada de atención para todos nosotros los cristianos. El evangelista nos amonesta: “¡Mantenerse despierto”! Es muy importante porque es la época del gran despertar, preparación y de gran expectativa del nacimiento del Mesías. Es una temporada que culminará definitivamente en un estallido de alegría. Es una temporada de intensa plegaria cuando todos los cristianos deben acudir a Dios en oración. Por lo tanto, con el salmista, rezo por ustedes todos mis queridos amigos, compañeros y pueblo de Dios: “¡La paz sea con ustedes, en sus corazones, en sus hogares! ¡Qué la paz reine en sus paredes y en sus palacios, paz!”

¡La paz sea con ustedes!

¡Maranatha!

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