Vengan A Cristo, El Agua Viva Eterna.
Lecturas: 1ra: Ex 17, 3-7; Sal: 94:1-2.6-9; 2da: Ro 5: 1-2.5-8; Ev: Jn 4:5-42
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
“Como el ciervo suspira por las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, oh Dios mío (Ps 42:1). Hoy, la Santa Madre Iglesia nos anima a venir a Cristo el agua de la vida eterna. Ella también nos llama a romper todas las barreras culturales y prejuicios con el fin de dejar que la vida eterna llege a todos corazones.

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El agua es uno de los requisitos más importantes para el sustento de toda clase de vida. Según estudios científicos, el agua constituye entre 60-75% del líquido total del cuerpo humano. Por lo tanto, el retiro o la extracción total de agua de cualquier persona resultará en su la muerte. En el Antiguo Testamento, el agua es una metáfora común para la satisfacción espiritual (Ex12:3).
La primera lectura de hoy nos habla de la terrible experiencia de los israelitas en el desierto. Después de cuatrocientos y treinta años de esclavitud en Egipto, Dios vino a liberarlos (Ex 12: 40). Sin embargo, murmuraban contra Moisés y, por supuesto, contra Dios porque tenían sed. Dios instruyó a que golpear la roca. De ella salió agua. Los israelitas bebían y quedaron satisfechos.
Tanto la roca que Moisés golpeó, y el agua que brotó (el agua alegóricamente y metafóricamente) prefiguran a Cristo. Él es tanto la roca de nuestra salvación, y como nuestra agua de vida eterna. En este tercer domingo de Cuaresma, también necesitamos una bebida espiritual del agua viva que fluye de Cristo, la roca de las edades. Por lo tanto, tenemos que: “Sacar agua de la fuente de la salvación” (Is 12:3) para saciar nuestra sed espiritual en este tiempo de Cuaresma.
En la segunda lectura, Pablo describió cómo el amor de Cristo, “fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.” Aquí, Pablo menciona agua implícitamente por el uso del verbo: “derramar”.Él nos recuerda también, cómo nuestra vida era desamparada, y todavía podría quedar así, sin Cristo, el agua viva. En otras palabras, a través de su muerte, Cristo es la fuente de nuestra propia vida.

En el Evangelio de hoy Jesús se presenta a la mujer samaritana como el agua de vida eterna. Esto subraya la importancia de Cristo en nuestra vida. La lección de esto, es que no debemos discriminar contra otros debido a su raza o cultura. Jesús sabía muy bien que era la mujer (una samaritana) y la historia de su vida. Sin embargo, él se acercó a ella para pedirla agua. La intención de Cristo en realidad, era presentarse a sí mismo como el agua de vida eterna.
Para romper el silencio va contra las costumbres sociales y los prejuicios entre judíos y samaritanos, Jesús se convierte en un regalo de Dios para esta mujer y a su pueblo. Por tanto, como Jesús, debemos estar dispuestos a tomar riesgos. Esto es por desafiar las reglas injustas de las estructuras y normas sociales. Es por romper las paredes que excluyen a las personas, y abriendo posibilidades a los demás, para que ellos puedan experimentar a Cristo.
Finalmente, el discurso entre Jesús y la mujer representa los obstáculos, que debemos superar con para atraer personas a Cristo, el agua de vida eterna. En otras palabras, se representan la “obstinación racional” que la sociedad va a presentarnos antes que cedan finalmente al Evangelio. Sin embargo, si nosotros mismos estamos conectados al agua de vida eterna, tendremos un testigo más convincente y mejor sin ser agotados.
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!