Cristo Nuestro Pastor Nos Ilumina, Y Sana Nuestra Ceguera
Lecturas: 1ra: I Sam 16:1. 6-13; Sal: 22; 2da: Eph 5:8-14; Ev: Jn 9:1-41
Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com.
(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)
“Alégrese Jerusalén. Gozan, con ella todos los que le aman.” (Is 66, 10). Hoy es el Cuarto domingo de la cuaresma, conocido como domingo de “Laetare.” Este domingo se caracteriza por un alivio a del carácter penitencial de la cuaresma. Por eso, la Santa Madre Iglesia nos exhorta a estar alegres y relajarnos porque Cristo nos ilumina y sana nuestra ceguera.

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Hay mucho que aprender hoy de nuestra primera lectura. En primer lugar, Samuel obedeció a Dios yendo a donde fue enviado, específicamente a la tribu de Jesé. Humildemente y con paciencia, siguió y obedeció las instrucciones de Dios: “Manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido.” Él lo hizo con paciencia, sin tomar decisión rápida por ungir cualquier persona. En cambio, esperó pacientemente hasta que llegó el que Dios escogió. Por lo tanto, hay que tener paciencia en la realización del mandato de Dios.
También, no debemos permitir que la apariencia física nos engañe. Es muy lamentable que muchas veces elegimos nuestros líderes basados en sus cualidades físicas. Muchas veces, el resultado ha sido catastrófico. Por el contrario, cuando hacemos la elección correcta las personas están verdaderamente liberadas: los ciegos ven y la paz reina.
En la segunda lectura de hoy Pablo nos recuerda nuestro estado anterior de tinieblas antes que Cristo nos iluminara y nos liberó. Por lo tanto, Pablo exhorta: “Vivan como hijos de la luz, porque los efectos de la luz se ven en la bondad plena y en la correcta vida.” Simplemente, Pablo indica que Cristo es la luz que ilumina nuestra vida. Vivir fuera de él es permanecer en la oscuridad. Por lo tanto, esta temporada y más allá de ella, hay que hacer muchos esfuerzos para permanecer y vivir en Cristo, la luz de nuestra salvación.
En el Evangelio de hoy, Jesús restauró la vista de un hombre ciego de nacimiento. Aquí Jesús demuestra que Él se preocupa por el bienestar de su rebaño. Esto lo hace, sobre todo, con los enfermos, los débiles y los marginados. Otra vez, hoy se rompió la barrera cultural y religiosa para salvar el hombre ciego. Él lo curó en un día de Sabbat.

Los discípulos de Jesús le preguntaron: “¿Rabí, quien pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?” De esta pregunta, es obvio que la idea era que todo sufrimiento era causado por el pecado. Sin embargo, la respuesta de Jesús mostró lo contrario. Dios permite algunas cosas para la manifestación de su gloria. En otras palabras, este milagro notable reveló el poder y la gloria de Dios.
Entre las lecciones que debemos aprender del hombre sanado por Jesús se incluye el que el hombre era obediente a la instrucción: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé.” En segundo lugar, debemos ser consistentes con nuestras palabras, fe, convicciones y la verdad. A pesar de todas las intimidaciones de los fariseos, el hombre seguía siendo veraz y firme sin negar a Cristo. En cambio, insistió que fue Jesús quien lo curó. Según San Juan Crisóstomo: “Los fariseos lo echaron afuera del templo; pero se encontró al Señor del templo.”
Por último, la salvación que Dios nos ofrece por Cristo es como una iluminación. Cristo mismo, obediente a Dios hasta la muerte, es nuestra luz. El que cree y acepta esta iluminación en su vida, es como si le hubieran abierto los ojos. Esto es así porque, los hombres nacemos ciegos, en tinieblas. Sin embargo, la buena noticia es que Cristo libera y cura nuestra ceguera espiritual. Por lo tanto, tengamos la confianza de decir: “El Señor es mi pastor nada mi falta.”
¡La paz sea con ustedes!
¡Maranatha!